El sombrerero loco no para de mirar su reloj, es como si quisiera parar el tiempo. Por primera vez en su vida no va con prisas, no corre, no tiene que ir a ninguna parte, no desea moverse de allí. Dos cafés en la mesa humean en unas tazas de porcelana antigua. Alicia, después de probar un poco de café mira la imagen del gran espejo situado frente a ella. ¡Qué raro! No hay café sobre la acogedora mesa de madera sino unas copas de Martini. Se mira en el espejo y se reconoce a sí misma, pero no es Alicia, va vestida de otra forma y se llama Rosa. No ve al sombrerero loco, es una mujer quien está sentada junto a ella. Alicia la mira fijamente porque le resulta familiar pero no sabría decir de qué. Se pregunta en qué otra dimensión habría entrado y cuál sería la puerta que le ha permitido acceder a ella.
Rosa, por su parte, atraída por una fuerza invisible no para de mirar también hacia el interior del espejo, y observa sorprendida a Alicia y al sombrerero tomando café. El espejo refleja un famoso cuento infantil pero al mismo tiempo una dimensión paralela de su realidad: no es la primera vez que esos personajes aparecen en su vida.
María, su amiga, repara en el viejo espejo preguntándose qué habría allí que llama insistentemente la atención de Rosa, pero no ve nada raro; solo dos amigas filosofando sobre la vida.
Es hora de irse, el sombrerero tiene que hacer un viaje muy importante, debe enfrentarse a los lacayos de la reina en el interior del Aula Magna. Deberá acceder al interior de la estancia a través de dos grandes puertas amarillas y será una lucha muy dura contra escaleras de color. Alicia que lo sabe lo atrapa con su bufanda y le mete en el bolsillo sin que se dé cuenta un as de diamantes.
A este otro lado del espejo dos mujeres abrazadas.
Relato escrito por Rosa Fernández Salamanca
Para que el universo le devuelva lo que debería ser suyo desde hace una eternidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario