Ayer fue uno de los
días más difíciles de mi vida, y antes de que llegara la noche llevándose el
verde del paisaje, mi corazón dijo hasta aquí.
Las nubes se volvieron rojas y
anaranjadas como cada atardecer envolviéndome
en un abrazo cálido y afectuoso pero fue insuficiente el intento, se me
fue el azul ante la pérdida de dos seres queridos.
Mi cuerpo se derrumbó ante las heridas acumuladas, y aunque quieres agarrarte a la vida no caben
más emociones en mi corazón lleno de
sentimientos contradictorios.
Hace siete años
descubrí la palabra pasión. ¡Ingenua de mí, no sabía lo que era! Recuerdo que
hice un post sobre ella descubriendo su aspecto, su apariencia, su
forma, su color... hasta llegar a la Pasiflora, flor de la pasión o del
sufrimiento. Porque pasión no es otra cosa que la acción y el efecto de
padecer, es una perturbación o afecto desordenado del ánimo, es una tristeza,
un abatimiento y un desconsuelo.
Por
otra parte ayer se atravesó en mi camino la palabra compasión. Son palabras tan
hermosas y llenas de un significado tan
complejo que pocas personas llegan a ellas y cuando llegas lo haces con una
punzada que te traspasa el alma. La compasión no es solo un sentimiento de
tristeza que te provoca ver sufrir a otras personas. No. Eso no es. Es ponerte en su lugar
literalmente y padecerlo al mismo tiempo que ellos con la misma intensidad. Es
la capacidad de empatía absoluta con el otro. No es que se te salten las
lágrimas de emoción…es que te desgarras por dentro al igual que ellos. No sabes muy bien si en ese momento les
asistes a ellos o ellos a ti. No es una cosa ajena, es íntima, se fusionan el
Tú y el Yo.
Ayer realicé una danza de
dolor, un baile de almas que se sustentan a la vez, se abrieron ante mí las flores desmayadas por
el peso de su propia belleza y lloré….lloré como nunca.
Rosa