Iba una chica con su hija de tres años de la mano, haciendo la compra semanal en el supermercado del barrio. Por la mitad del pasillo de los chocolates venía en sentido contrario un hombre con su hijo en brazos. De pronto la niña gritó:
-Mira, mamá, ¡un negro!
-Calla, Nuria. Eso no se dice.
El hombre que lo escuchó, al pasar junto a la madre la miró serenamente y le dijo:
-No se preocupe, es lo mismo que dice mi hijo cuando ve un blanco.
La otra tarde, en La Guarida de Alicia en el País de las Maravillas celebramos nuestro No- cumpleaños y mientras observaba con cara de asombro al señor oruga tirado en su sofá y escuchaba el canto de los gatos flamencos, el sombrerero loco me pidió que le contara mi historia de Amor con Juan. Y como toda historia tiene dos almas le he pedido a èl que me ayude a escribirla desde el principio aunque son vagos algunos recuerdos que tenemos del pasado.
En tiempos muy remotos, los navegantes y marineros pasaban meses navegando por mares y océanos desconocidos. Desde la cofa del palo mayor el vigía nos divisaba sobrevolando el mar y éramos preludio de dicha y alegría para todos. No sólo indicábamos dónde había pesca abundante sino la proximidad de tierra firme. Llegar a una isla después de tanto tiempo en el mar siempre fue motivo de ilusión para cualquier marinero, por lo que mi presencia era celebrada en aquellos momentos difíciles en los que las fuerzas empezaban a flaquear.
Voy dando saltos en el tiempo pero el mar sigue conmigo. Barcos pesqueros que cada día se adentran en el mar. Chillar de gaviotas, venta de pescado en el puerto. Pescadores remendando sus redes al atardecer, olor a sal y a mar en las ropas. Los últimos rayos de Sol presagian la inminente oscuridad y recuerdo q tengo que buscar refugio rápidamente. Me duermo sobre una roca y me visita el sueño: "Todas las respuestas están en ti, escucha tu corazón". Estoy agotada, el sueño se desvanece y las voces se van silenciando en mi interior.
Las primeras radiaciones amarillas me sorprenden sobre la roca, pero sin saber cómo, me veo cruzando el cielo. Me siento libre y aunque soy sencilla en el vestir tengo unas alas grandes, que me permiten desplazarme por todas las tonalidades del azul. Estoy volando. Desde las alturas diría que no hay nadie ni nada allá abajo. El azul cielo se confunde con el garzo marino y veo las olas danzar al compás del viento, puedo andar sobre ellas y me abandono en un dulce abrazo q me mece. Me quedaría así eternamente. "Todas las respuestas están en ti, escucha tu corazón".
Veo personas que van y vienen. Me siento desorientada en la ciudad. Tengo hambre. Rebusco en los contenedores de basura algo que comer, un trozo de pan duro. Tanta gente me desconcierta, no me gustan las multitudes. Busco el tejado de una vieja nave para descansar y tomar los restos de comida que encontré. Me siento deprimida y triste, el cielo está gris y lleno de contaminación, sale de mí un grito desgarrador, un ruido estridente de mi garganta que evoca los acantilados y la fina arena de las playas. Mi nostalgia se repite en forma de graznidos repetitivos
y es en ese instante cuando apareció ella. Estaba allí, mirándome fijamente. Una mujer de mirada intuitiva y llena de Luz. Me observó durante un largo rato hasta que, por sorpresa para mí, me dirigió unos chillidos imitando mi idioma. No entendí nada de aquellos gritos pero su voz me devolvió la paz y la serenidad que había perdido desde que llegué a la ciudad. Fue mi primer contacto directo con un ser humano.
Vuelvo a estar sobrevolando las aguas mediterráneas, pero en esta ocasión no estoy sola, formo parte de una pequeña bandada de gaviotas y nos dirigimos a una playa del Sur de España. Llegamos al Pico del Águila casi al atardecer, después de un largo viaje. Se trata de una pequeña montaña localizada en una de las playas de Mazarrón cuya cima tiene la forma de pico de pájaro.
Nos asentamos todo el verano en esta cálida y tranquila zona y recuerdo la felicidad que me producía esa sensación de libertad en este mar abierto a la bahía.
Una tarde, antes de que el Sol se rindiera, mientras descansaba en lo alto del pico en uno de mis recodos favoritos, vi subir por las escaleras que llevan al mirador una mujer con un gorro blanco y un pareo negro. Vuelvo a sentir una emoción sin precedentes. Era ella de nuevo. Allí estaba con una cámara de fotos colgada al cuello. Buscaba distintos ángulos y sacaba fotos desde lo alto del mirador al pequeño acantilado que se eleva a pie de playa. Se oía el sonido de la cámara foto tras foto hasta que de repente sin saber cómo se percató de mi presencia. Se giró bruscamente y nos cruzamos las miradas como aquella vez en la ciudad. El objetivo de su cámara me enfocaba, presentí el girar del zoom. Me siento desnuda por un momento pero en vez de poner en acción su cámara, como si estuviéramos cara a cara escucho una voz que me dice: " Todas las respuestas están en tu interior. Escucha tu corazón". Me quedé sorprendido porque aquella voz y aquellas palabras eran las que una y otra vez se habían repetido en mis sueños. Y en ese instante fue cuando sentí que mi alma no tiene límites y que soy dueño de mi propia vida. Que todo es posible. Que tu mente lo piensa, tu corazón lo siente y tú lo creas. Había creado mi felicidad. Me enamoré de aquella mujer.
Amor, ¡qué bonito lo has contado!
Fue así como tú y yo nos conocimos. Así empezó nuestra historia de Amor. Una particular historia entre Juan y yo. Mi Juan Salvador Gaviota.
Rosa.
Relatos cortos: Escrito por Rosa Fernández Salamanca Todos los derechos reservados.
Cuenta una antigua leyenda que una bonita flor de nombre muy raro se despertaba cada mañana con lágrimas de rocío en los ojos.
Se pasaba el día contemplando los insectos que revoloteaban a su alrededor haciéndole danzas de cortejo, y aunque era la flor más deseada del vergel no podía evitar sentirse triste porque no era libre para elevar su vuelo como otros seres vivos del jardín.
Un día, al despertar, se le escapó un suspiro que transportaba con él su mayor deseo de volar llegando a los oídos de una preciosa crisálida que dormía en el hueco de un tronco cercano.
Dicen que las crisálidas son seres mágicos que pueden conceder deseos antes de salir del capullo y convertirse en seres adultos. La crisálida se condolió de la flor y concentrando su último aliento usó la magia para convertirla en un pequeño saltamontes que llegó a un colegio dando torpes saltos por su falta de experiencia.
Los niños, de miradas ingenuas y transparentes, advirtieron que el saltamontes no se movía con la agilidad propia de los de su especie por lo que pensaron que estaba herido. Todos intentaban cogerlo una y otra vez, y nadie se daba cuenta de que al final, el pequeño saltamontes acabaría muerto en algún rincón del patio.
Solo un niño, un niño de corazón hermoso, con carita de ángel y sensibilidad extraordinaria pudo ver la flor que había dentro de aquel insecto. Lo tomó con sus deditos tiernos y con esa dulzura con la que se tocan las flores, lo llevó a un macizo cercano y lo dejó allí, sobre la tierra, esperando que la flor descubra que la mayor belleza es SER lo que uno ES y desee volver a su estado natural. Desde entonces se ve a Pablo todos los recreos sentado junto al jardín, esperando de nuevo la metamorfosis del saltamontes y recibir a la flor con su corazón henchido de amor.
Rosa
Relato corto escrito por Rosa Fernández Salamanca Todos los derechos de autor reservados
Cuenta la leyenda que Albamabir era un temido y duro corsario que no acataba las órdenes de ningún país y saqueaba los molinos de aspas blancas que en sueños surcaban los mares de lienzos azules.
La piratería de versos es una práctica de saqueo tan antigua como las mentes pueden recordar, y se produce por la nostalgia que sufren algunas almas por sus vidas pasadas o que permanecen hoy día en universos paralelos.
El asalto se realiza por sorpresa en mares de nadie, con el fin de apoderarse del Mar que llevamos dentro, ese Mar de Amor del que tanta gente vocea y con el que Albamabir nunca se había encontradoa lo largo de sus muchas travesías.
Cada crepúsculo, Albamabir se ocultaba en el interior de su camarote y escribía bajo la luz de su candil preciosos versos con plumas de gaviota, versos que una misteriosa voz le trascribía desde su corazón tras cada abordaje, versos que hacía suyos en cada asalto, versos que le despertaron sentimientos jamás encontrados en su vida actual.
Con los primeros rayos de Sol la tripulación lo encontraba tumbado sobre la proa de la nave, bañado por el salpicar de las olas y una sonrisa de felicidad que asomaba en su boca.
Dicen que se hizo de un gran botín, miles de rimas autografiadas ocultas bajo el mar, desde que su barco naufragó en una noche de tormenta, y aunque los demás piratas aseguraban antes de su muerte que había enloquecido por las condiciones extremas de agua y alimento, lo cierto es que había recuperado su ALMA perdida en otra vida.