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viernes, 6 de mayo de 2022

Universo 2. Cuentos para pensar.


                                                                              Cuento escrito por Rosa Fernández Salamanca

Si quieres la versión en vídeo te la dejo en este enlace. Pincha aquí

                                        Universo 2

Era ya muy tarde y Alicia se quedó dormida sobre su mesita blanca de trabajo. La luz amarilla de una pequeña vela alumbraba unos dibujos realizados en su cuaderno: unos azulejitos  pintados a rotulador  formaban un mosaico sin terminar decorando una gran  jardinera de cemento y una orquídea blanca destacaba de entre las demás flores dibujadas. Hacía mucho tiempo que Alicia sentía atracción por las actividades creativas y en los últimos años escribía  cuentos que le ayudaban a relajar y liberar la tensión del ruido de su mente. Ya no era una niña pero en su cuerpo de adulta habitaban todos  sus personajes preferidos, tenía un corazón lleno de compartimentos y en cada uno de ellos había un sueño y una vida. Le gustaba dar segundas oportunidades a los relatos clásicos, cambiar los personajes o mezclarlos, y en otras ocasiones  jugaba a representar  ella misma algún personaje conocido.

Su otro yo más racional le hacía buscar información en distintas ciencias. La Física Cuántica siempre la atrajo y aquella noche, como otras muchas, se había quedado hasta muy tarde leyendo y actualizando sus conocimientos sobre las nuevas corrientes. Se sonreía ella misma al pensar que la racionalidad de todo el Universo giraba en torno a unas partículas juguetonas llamadas cuánticas y que a su vez estaban volviendo loca a toda la Comunidad Científica.  

Lo que más la desconcertaba era ese aire de misterio que envolvía lo desconocido, la incertidumbre, hacer una cosa o no hacerla, y a la vez haberla hecho. No tener que elegir una sola vida, poder  vivirlas todas, soñar  y no ser un sueño. Estas teorías alimentaban su mente para seguir creando historias.
Contaba con la complicidad de Schrödinger; el gato estaba vivo y muerto al mismo tiempo, sus  personajes  podían existir en  unas historias y simultáneamente  en otras, viviendo múltiples vidas aunque fuera en  distintos Universos.
Cada vez que Alicia tomaba una decisión en sus narraciones, estaba  creando literalmente  decenas  de versiones alternativas, que estaban ya fuera de su poder y que se desarrollaban  en  Universos paralelos. Cada decisión abría una nueva puerta, cada puerta creaba un nuevo Universo.


"Menos mal -pensaba en voz alta- que los avances científicos no han encontrado todavía la llave que permita la conciencia de las distintas vidas. Si alguna vez ocurre tendré que crear un paraíso cuántico donde irán a parar todos mis personajes cuando pierdan la cordura."


Y así  transcurría la vida de Alicia; aburrida y divertida, relajada y estresante, sin grandes responsabilidades pero responsable de sus palabras escritas. Y sin saber cómo algo inesperado empezó a suceder. Cuando Alicia terminaba sus cuentos los guardaba en un pequeño secreter de su habitación  para poder concentrarse en los próximos, sin embargo, seguía percibiendo vibraciones de ellos y su mente se llenaba de  emociones  que no pertenecían a su vida actual. Sus sentimientos se supeditaban a hechos que ocurrían en otras dimensiones espaciales, a los estados de ánimo de personajes  que se habían resistido a tener el destino que ella propuso para ellos o a sus  propias vivencias cuando se introducía de incógnito en sus relatos. No sabía cómo pero  quedó entrelazada íntimamente con ellos como dos partículas conectadas a pesar de estar separadas en la distancia.


Pensó en la posibilidad de que no estuviera despierta sino que estuviera inmersa en un sueño en el que el poderoso Dumbledor le hubiera otorgado la conciencia de todas sus vidas. Alicia cantaba y reía, sus ojos se llenaban de emoción, era feliz, amaba y se sentía amada pero de pronto, percibía energías  de algún personaje perverso que se la tenía guardada y la tristeza la invadía.

Tanto era así que empezó a  numerar los Universos de los que tenía conciencia y realizó un gran mural en la pared donde anotaba quién vivía en cada uno, cómo eran sus vidas,  y qué lugar ocupaba ella en aquellas líneas espaciales. Disfrutaba con aquel puzzle multidimensional.



Cuando terminó el invierno Alicia limpió su pequeño jardín, y pintó de nuevo el viejo buzón de cartas oxidado por las lluvias de ese año. Hacía muchos meses que no recibía correspondencia, pero una mañana cuando lucía ese sol que te recuerda la eterna primavera, vio a lo lejos  un hombre mayor de barba blanca  que se acercaba con paso cansado y que echó en el buzón dos cartas manuscritas. Alicia se extrañó al no ver al cartero habitual y al observar cómo el hombre hacía todo el recorrido a pie a pesar de la gran distancia que había entre las casas.
Salió a recogerlas y ya no había rastro de él, ni siquiera se veía la silueta en el horizonte.
"¿Cómo podía haberse marchado tan pronto? -se preguntó Alicia."
Cogió las cartas, entró en la cabaña y se sentó en una vieja mecedora a leerlas junto a la ventana del patio interior.



Su soldadito de plomo le contaba que se casó con la bailarina aunque ella había tenido que dejar de bailar por una lesión en la rodilla. Alicia  de manera inconsciente tocó su pierna recientemente operada de menisco y no pudo evitar emocionarse.
En la segunda carta el hombre de hojalata le explicó que el Mago de Oz le  regaló una compañera y los dotó de dos corazones entrelazados que latían al unísono. De nuevo, Alicia no pudo evitar la tentación de tocar su pecho y susurrar los primeros versos de Cummings: "I carry your heart with me."

Se encontraba desbordada de felicidad. Las lágrimas  apenas la dejaban seguir leyendo aquellas palabras. "¿En qué línea espacial vivían aquellos personajes? ¿Cómo encontraría la forma de responder aquellas cartas extraviadas en otra dimensión?"


Se hizo de día, y Alicia no abrió los ojos hasta que el Sol estaba en su punto más alto. La luz de la vela se había consumido por completo, miró por la ventana  desperezándose tímidamente y vio el buzón recién pintado, se levantó a toda prisa y fue  a abrirlo. Allí encontró una carta del Universo número 2. Alicia había llegado hasta el buzón sin aliento. Le temblaban las manos. Aunque ella ya estaba acostumbrada a sentir vibraciones de otros universos paralelos, esta vez era distinto. El Universo 1 y 2 habían coexistido simultáneamente en el mismo espacio y nunca supo dar una explicación racional a todo lo vivido.


Para comprender la paradoja habría que remontarse muchos años atrás cuando Alicia se iniciaba en la creación de sus primeros cuentos. Era joven y soñadora y le fascinaba el siglo XIX, la belleza y lo perfecto nunca tuvieron interés para ella y pudo centrarse en lo sublime y en la exaltación de las pasiones por encima de la razón. Estaba loca por liberar sus palabras y dar protagonismo a los grandes dramas amorosos que ella imaginaba en su mente.

Pasó muchas horas leyendo a Bécquer, Víctor Hugo, Espronceda... aunque la obra que más impacto dejó sobre ella fue "Alicia en el país de las maravillas" de Lewis Carroll. Esta novela está invadida de paradojas y sin sentidos que Alicia integró en varios de sus cuentos a lo largo de su vida. Tanto fue así, que muchos años después suplantó a Alicia y mantuvo correspondencia con El  Sombrerero Loco con quien hacía pequeñas disertaciones sobre la vida y el amor. El Sombrerero y Alicia desmenuzaron juntos los grandes enigmas del alma sin llegar jamás a conclusiones universales, sino más bien a experiencias no extrapolables a otras situaciones.                    
                                                                          

-No te salgas de la historia, -dijo El Sombrerero- dejemos que el relato continúe.                                      
                                                                     
¿Veis a lo que me refería? No tiene remedio.


Llegó la primavera  y una mañana fresca de abril, Alicia observó que las golondrinas habían vuelto a habitar los nidos construidos bajo las tejas de su casa. Había leído en algún sitio que cada año regresaban los machos y que al poco tiempo volvían  las mismas hembras del año anterior, y le pareció precioso que las aves tuvieran esta capacidad de amar a pesar del tiempo. Miró el jardín y las madreselvas ya cubrían parte de la verja, así que pensó que Bécquer ya le había dado el inicio de su próximo relato. Ahora solo faltaba una gran drama de amor y desamor que hiciera temblar el corazón más escéptico. En cuanto tuviera un rato de inspiración cogería su bolígrafo y comenzaría la historia. Tenía todavía que pensar un nombre para la protagonista y le pareció una idea original ponerle Alicia como ella. Quería llegar a despertar los corazones de los lectores y debía involucrarse en la obra, además, el escenario comenzaría con las golondrinas y las madreselvas de su propio jardín.

A principios de mayo todavía no había escrito nada cuando ocurrió algo inesperado. En el jardín de Alicia florecieron  un tipo de orquídeas jamás vistas con anterioridad en ninguna parte del mundo. Era una especie única y no se conocían los factores que las habían hecho crecer precisamente allí. El pueblo se llenó de curiosos y de renombrados botánicos interesados en estudiar este nuevo ejemplar de tanta belleza.

Las visitas se sucedían unas con otras y Alicia realizaba cada tarde decenas de dibujos a carboncillo desde perspectivas diferentes. Mientras tanto, ante una flor tan delicada, los expertos tomaban notas exactas de temperatura y  humedad... y entre todo ese ir y venir de personas Alicia lo reconoció.


Allí delante de ella estaba su Universo número 2. Daba igual cómo se llamara ni qué apariencia tenía, Alicia sabía que era él. Podía ver el hilo rojo que unía sus meñiques y  por más dificultades que la vida les pusiera en el camino estaba segura de que vivirían una historia digna de cualquier leyenda japonesa. Y así fue, conoció la exaltación más pura
de las emociones y de los sentimientos. Se unieron dos almas destinadas a abrirse la una a la otra.

-¡Vamos, vamos! -dijo El Sombrerero-. Estoy impaciente por saber lo que ocurrió después.



Alicia comprendió la generosidad del amor y por primera vez sintió la grandeza de los versos de Víctor Hugo cuando decía "Te deseo primero que ames, y que amando, también seas amado..." Comprendió que las almas crecen y se ensanchan con el proceso de amar y que la reciprocidad es un regalo que sólo a veces nos concede la vida.


Y entonces creyó que ya estaba preparada para escribir la más bella historia de amor. Se sentó en la mesita de trabajo, encendió una vela, y al abrir su cuaderno se quedó totalmente sorprendida porque las páginas en blanco se habían llenado con un cuento llamado "Universo 2".


-¿Cómo que Universo 2? -dijo Alicia-. No entiendo nada.
¡Sombrererooooo!, ¿no será esto cosa tuya?


Alicia estaba confundida, desorientada, ofuscada  en comprender las cosas con la mente y no con el corazón y así no encontraría la respuesta a lo sucedido. Retrocedió a Lewis Carroll y a sus sinsentidos, recordó que las cosas importantes no pueden verse más que con el corazón, se serenó y se dejó llevar, dejó de buscar explicaciones y comenzó a leer las páginas lentamente. Aquel relato describía a la perfección su historia de amor: gestos, palabras, lágrimas, abrazos y risas. Todo estaba allí detallado hasta el más mínimo suspiro. Alicia se emocionó tanto que no podía seguir leyendo, la felicidad en ese momento era inmensa.
"¿En qué agujero se habría introducido?" Estuvo más de dos horas abrazada a su cuaderno evocando aquellas palabras vividas por ella.

Solo cuando las emociones la dejaron volver al presente se dio cuenta de que había una página que no había leído, y al hacerlo descubrió  el drama que padeció al tener que separarse del Universo 2. El dolor y la angustia  brotaban de cada una de las frases y se intuía cómo unas lágrimas habían corrido la tinta de las últimas palabras. Alicia pasó de la felicidad al infierno en unos segundos, de la realidad a la ficción, y sus lágrimas se unieron también a los últimos  renglones emborronados. 
"¿De quién serían las lágrimas a las que se habían unido las suyas?"

Como  muchas obras literarias del Romanticismo el cuento quedó inacabado y ante el vacío Alicia tuvo que refugiarse en sus relatos para superar el dolor que sentía tras la privación de su ser amado. Fue a partir de ese momento cuando empezó a percibir vibraciones y energías de lugares desconocidos, de relatos, de poemas, de cuentos... Nunca tuvo noticias sobre aquella historia.



Por eso aquella  mañana le temblaban las manos cuando en su buzón halló después de tantos años  una carta del Universo 2. La abrió con mucho cuidado para no estropearla.

"Sombrerero, -decía para sí misma Alicia-, no soy capaz de leerla.  Tanto tiempo esperando... ¿Qué mensaje traerá para mi?"


La leyó, la volvió a leer y lo hizo por lo menos mil veces más hasta dolerle los ojos. Después de eso sintió que estaba en condiciones de terminar aquella historia que quedó inacabada  dentro de un cajón tantos años.

Al anochecer se tumbó en la cama con la intención de crear un final. Se veía el cielo iluminado desde la ventana y comprobó la inmensidad del Universo. El destello de las estrellas era mágico y no importaba si eran astros extinguidos o no. Lo importante es que La Luz era real.


Comenzó a escribir con seguridad. Cuidó cada palabra que escribía, decoró la historia con bosques, con lagos  y flores. Cada despertar era un regalo, cada amanecer  un abrazo. Alicia encontró por fin la serenidad del alma y se deshizo de la incertidumbre para siempre. Mostraba una sonrisa traviesa mientras escribía, como si tuviera la certeza de que aquello no era  un cuento sino un trocito de vida. Un trocito de vida que le quedaba por vivir.

                                              
Rosa♥
                   
                                                                             Cuento escrito por Rosa Fernández Salamanca

jueves, 12 de julio de 2018

"Atrapadas" . Historia escrita por Rosa Fernández Salamanca

Versión en vídeo y versión escrita.






ATRAPADAS


Mi amiga Carla y yo paseábamos tranquilamente por Market Street viendo  tiendas y haciendo algunas compras.
  
Formábamos parte de un grupo de turistas haciendo un Tour por la ciudad cuando sin darnos cuenta nos despistamos y fuimos a parar al barrio de Tenderloin, uno de los barrios más peligrosos situado a tan solo unos minutos del corazón de San Francisco.  Se trata de un barrio de yonkis y vagabundos donde la seguridad en las calles deja mucho que desear. 

Delante de nosotras,  a la altura del  785 de Eddy Street, un  hombre asestó tres puñaladas a una mujer.  Nos quedamos paralizadas ante el horror de la escena mientras la gente pasaba de largo. Criticamos duramente la indiferencia  de aquellas personas ante una situación  así y les hicimos un juicio rápido  en nuestras mentes con veredicto de culpabilidad.  Las sirenas de la policía se oían a lo lejos, el cuerpo  de la mujer estaba tirado en el suelo y nosotras observábamos la escena a pocos metros sin saber qué hacer. 

Tenemos grabada la imagen de aquel hombre: alto, musculado,  la cabeza rapada y una calavera tatuada en el brazo derecho con un cuervo negro sobre ella, picoteándole  las cuencas de los ojos.  El miedo se apoderó de nosotras  mientras la policía nos gritaba que nos apartáramos  para acordonar la zona. 
Como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, Carla y yo nos cogimos de la mano y nos dimos media vuelta  buscando el camino de regreso a Market Street.



Regresamos al hotel media  hora antes de la comida, justo para darnos una ducha y bajar al restaurante.  Por la tarde teníamos previsto coger el ferry para visitar el famoso penal de Alcatraz y navegar  bajo el puente Golden Gate. Carla y yo no intercambiamos ni una sola palabra durante la comida.
El peso de la conciencia caía sobre nosotras. Al condenar la indiferencia de aquellas personas nos habíamos condenado a nosotras mismas. 


 

Cogimos el ferry en el muelle 33 y cruzamos la Bahía de San Francisco llegando a la isla en unos 15 minutos.  Cuando desembarcamos, lo primero que nos llamó la atención fue la cantidad de gaviotas que había por todas partes. Nos dieron unos folletos y unos  audioguías en español que narraban la historia del penal.  Visitamos las celdas, el comedor,  la biblioteca y paseamos por los corredores imaginando la vida de los presos en condiciones infrahumanas. Es una visita histórica que goza de cierto morbo para el público ávido de  saber las calamidades por las que pasa el ser humano.


Me impresionó muchísimo el Pabellón de castigo donde se encuentran las celdas de los presos más rebeldes. Nos explicaron las historias de sucesos paranormales ocurridos en la celda 14D,  un agujero oscuro, lúgubre, frío, y con un aire  rancio apenas respirable. Dicen que el dolor  y la tortura  vividos en ella por los presos,  han quedado impregnados en las paredes de la celda y que cualquier persona que entra puede percibirlo. Fue el sentimiento  más espeluznante de toda la visita.


 



La isla alberga una gran colonia de gaviotas que graznan sin cesar y no sé por qué, imaginé  a los presos encerrados en sus celdas,  acosados por cientos de gaviotas merodeando sus cabezas y gritándoles ¡culpables! ¡culpables!


Las fotos que hicimos al atardecer de regreso en el barco, fue nuestro mejor momento del día. 


Por la noche llegamos al hotel muy cansadas y decidimos meternos en la cama pronto aunque no conseguíamos conciliar el sueño. Escuchaba  a Carla dar vueltas, a un lado y a otro, y le pregunté por qué estaba tan inquieta. Bruscamente  me vomitó encima:
- ¡Ese desgraciado nos ha arruinado el viaje! Podía haber tenido el detalle de matarla en privado, sin molestar a nadie. No está bien eso de asaltar  la vida de los demás en plena calle dando rienda suelta a sus instintos más primarios. 


Se quedó tranquila al instante, se deshizo de todo su malestar interior con ese humor sarcástico que la caracteriza. Sé que estaba tan angustiada como yo, pero no por las cosas que expresaba sino por las que callaba, por todo lo que no fuimos capaces de hacer.  Y, a partir de ese momento...,comenzamos a desahogarnos.

Habíamos sido víctimas del miedo en una situación inesperada para nosotras,  aunque lo peor era asumir  que nos habíamos unido a ese gran grupo de personas insensibles a causa de la costumbre.
  
Carla y yo estuvimos en silencio durante unos minutos. El aire se hizo muy  denso, así que otra vez como si nos hubiéramos puesto de acuerdo nos levantamos para abrir el balcón  y airear la habitación. Al descorrer las grandes y tupidas cortinas grises nos echamos a reír como dos locas.  Habíamos olvidado que estábamos en el piso 18 del Park Central con grandes ventanales herméticos  que llegan desde el suelo hasta el techo. Era imposible salir de allí.
Nuestras risas nerviosas y alocadas nos recordaron la colonia de gaviotas de la isla de Alcatraz. Estábamos atrapadas  en una gran celda de lujo con conexión wifi de 4G y televisión con pantalla panorámica. Las gaviotas se convirtieron de pronto en nuestras conciencias y nuestras risas, en graznidos recordándonos nuestro error.


Cuando pudimos acallar el ruido de las gaviotas nos quedamos dormidas.


A la mañana siguiente, después de desayunar, fuimos  al departamento de policía y dimos una descripción completa de aquel hombre.


                           Historia escrita por Rosa Fernández Salamanca




miércoles, 4 de julio de 2018

Mi mundo del revés. Audiocuento. Cuento para reflexionar escrito por Rosa Fernández Salamanca



Aquí os dejo otro cuento escrito por mí. Espero que os guste y no olvidéis suscribiros a mi canal. 
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Si quieres leer el cuento haz clic  aquí

Mi mundo del revés. Cuento para reflexionar. Escrito por Rosa Fernández Salamanca


Aquí os dejo otro cuento escrito por mí. Espero que os guste y no olvidéis suscribiros a mi canal. 
Me podéis seguir en youtube. Versión en vídeo y versión escrita.









Había una vez un bonito campo  de...    

-De amapolas.
- Noo.
Había una vez un bonito campo de....
- De margaritas.
- Noooo.  Calla y escucha.





Había una vez un bonito campo lleno de giralunas.
- Giralunas? 

-Sí.  Son unas flores con grandes y hermosos pétalos blancos. Grandes pamelas cubren sus cabezas para protegerlos del Sol especialmente en los meses de verano. Son tan espectaculares y tan extraños q muy pocas personas han tenido la oportunidad de contemplar uno. Viven en las alturas, encima de las montañas, muy cerquita del cielo y lejos de las grandes ciudades, así pueden ver con claridad la luz del firmamento en las noches de luna. Dicen que estas flores pueden tener tallos de entre 20 y 30 metros de altura porque se estiran cada día para dar las buenas noches a la Luna.

-Hala! Eso no puede ser.
-Que sí, abuelo. En mi mundo del revés es posible todo: puedo hacer realidad cualquier sueño, puedo pintar La Venus de Botticelli  con el pelo corto, escribir libros con muchas páginas en blanco, incluso ser un trovador del siglo XIII que toca el Ukelele mientras dedica canciones de amor a las gaviotas. No hay nada que no sea posible.

-Nico, cuéntame más cosas de ese mundo tuyo.
-Si quieres conocerlo tienes que permanecer en vigilia durante la noche, porque solo cuando el Sol se rinde a la hierba verde y la Luna nos ofrece su cara ilumninada podemos sentir como unos pequeños duendes dormidos en nuestro interior se desperezan suavemente y orientan sus cabezas hacia la Luna.


-Y por qué estas flores no son como los girasoles, Nico? ¿Por qué no les gusta el Sol?
-Porque hacer todo lo que hacen los demás es muy fácil, abuelo, pero tener personalidad y atreverse a SER distinto a los demás es cosa de héroes. ¡Los giralunas son mis héroes! Hacen justo lo que desean, y no se ven cohibidos por leyes que rigen los comportamientos de otras plantas.
¿Tú sabías abuelo, que los girasoles cuando son pequeños se despiertan cada mañana y se mueven hacia el Sol, haciendo un recorrido de este a oeste?
-Claro, Nico de ahí les viene el nombre de girasoles.


- ¿Y qué mérito tiene hacer todos los días lo mismo? ¿No se cansan de tareas rutinarias que no necesitan de ningún tipo de emoción ni creatividad para realizarlas?
¿Sabías que los girasoles cuando dejan de crecer dejan de realizar su danza al Sol? Yo creo que los girasoles son como las personas adultas que cuando crecéis y os hacéis  mayores dejáis de bailar y reír a carcajadas.

 

Los giralunas, en cambio, son como los niños, un poco traviesos, se cuelan en las personas que visitan sus campos de noche y las hacen soñar. Por unas horas les hacen vivir aventuras locas y llenas de emoción, les devuelven la juventud porque son imprevisibles, esos pequeños duendes nunca sabes qué te tienen preparado.
Por eso me gustan mucho los giralunas. Son dadores universales de Vida.
-Oye, Nico. ¿Tú podrías llevarme a ver esta noche esos amigos tuyos?
-Claro que sí, abuelo. Pero tienes que saber una cosa…
-Sí, Nico?


-Pues que si vas allí y los ves, si comes de sus semillas y hablas con ellos jamás volverás a ser el abuelito que eras antes…
-Quieres decir que…
-Sí. Te convertirás en una persona completamente diferente. Harás cosas que nunca te atreviste a hacer antes y es´ posible que mamá y papá incluso piensen que estás loco.
                                

Cuento escrito por Rosa Fernández Salamanca

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lunes, 2 de julio de 2018

Mi soldadito de plomo. Versión personal de la historia. Vídeo. Cuento escrito por Rosa Fernández Salamanca


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Mi soldadito de plomo. Cuento escrito por Rosa Fernández. Mi versión personal de la historia



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MI SOLDADITO DE PLOMO






Los que habéis leído a Christian Andersen sabréis que los protagonistas de algunos de sus cuentos  cobran vida por la noche. No son personas reales, sino juguetes que se despiertan cuando todos duermen y que viven sus propias experiencias.  Las personas que escribimos podemos llegar a forjar sentimientos muy reales por los personajes que creamos, y en nuestras fantasías modelamos la realidad a nuestro  gusto jugando con el mundo de los sueños y la imaginación.  No es posible saber si las cosas que van a pasar en mi cuento ocurrieron de verdad o no.

En mi historia los juguetes cobran vida con los primeros rayos de luz  y  caen en un trance profundo  al anochecer. Nadie sabe lo que sucede en esas horas de oscuridad, en ese vacío de tiempo y memoria.

Lo acontecido en este relato nada tiene que ver con el soldadito de plomo de Andersen. Cualquier parecido con la ficción es pura coincidencia.


MI SOLDADITO DE PLOMO

Hace muchos, muchos años... había un soldadito destinado en una bonita ciudad. Era alto y apuesto como un príncipe y aunque era algo tímido paseaba por las calles orgulloso de sí mismo luciendo su uniforme.


Un  día, conoció  por casualidad a una bailarina de la cuál  se enamoró. La niña no había visto jamás un soldadito tan guapo y solo le bastaron unas cuantas conversaciones para saber que era el amor de su vida. 



Para el soldado no había más bailarina que ella.  Se enamoró locamente. La metió en sus sueños y le hizo un hueco  en su corazón de por vida.
Creo que se enamoraron como lo hacen los personajes de las películas  infantiles, como se enamoraron Anna y Cristoff, Rapunzel y Flynn Rider,  Pocahontas  y John Smith.  Sí.  Se enamoraron como  dos protagonistas de un cuento de niños y  fueron felices durante mucho, mucho tiempo, sin ser conscientes de que eran tan sólo dos juguetes en manos del destino.



Un día el soldadito recibió un comunicado  de que debía ir a la guerra.  Su país lo reclamaba en zonas de conflictos internacionales, no tuvo más remedio que cumplir con su obligación  de soldado,  y  lo hizo con orgullo a pesar del dolor de su corazón.  Se marchó sin volver la vista atrás para que nadie viera las lágrimas en sus ojos.

 

En el trascurso de las interminables batallas el soldado sufrió graves  heridas. El plomo de los fusiles enemigos se instaló en varias partes de su cuerpo, incluso hay en su espalda restos de metralla, que nos recuerdan el nombre de este cuento.






La guerra terminó, y la ciudad se llenó de júbilo al recibir a los soldados que por fin volvían a casa. Todas las familias abrazaron a sus seres queridos  menos la bailarina. Su soldadito no regresó con los demás. 

Lo estuvo esperando durante cuatro años pero ya había perdido la esperanza de que volviera. Quizás su soldadito había encontrado otro amor, o lo que es peor, puede que hubiera perdido la vida en combate. 

 La bailarina por su parte se volvió a enamorar, se casó y era muy feliz haciendo lo que siempre deseó; bailar.  La consagración de la primavera, El lago de los cisnes, El sueño de una noche de verano y otros muchos ballets…la hicieron  olvidar por completo al soldadito.

Durante los años que duró la guerra, el soldado recordaba cada día a su amada y su recuerdo le salvó la vida en más de una ocasión cuando se veía acorralado por fuego enemigo. Su imagen  se le aparecía de forma nítida evitando que se  abandonara  a la muerte en los momentos más difíciles. Lo último que escuchó fue un ruido brusco.



- Abuelo,  mira lo que he encontrado: un fusil, un traje de soldado y un soldadito de juguete.
- A ver... Este soldadito me lo regaló mi padre el año que empezó la guerra, lo llevé siempre conmigo  porque dijo que me daría suerte. ¡Y vaya si lo hizo! Me salvó la vida en más de una ocasión. Se llevó un montón de balas de plomo que iban dirigidas  a mí. Pensé que lo había perdido en el campo de batalla. ¿Dónde lo has encontrado?
- Estaba en el desván con tu traje y tu fusil, dentro de un arcón cerrado con llave. ¿Me lo puedo quedar, abuelo?
- Claro, hijo. Pero cuídalo mucho. Seguro que la abuela lo metió en ese cofre cuando regresé de la guerra y lo guardó con el resto de mis cosas.


El niño lo llevó a su habitación, lo puso encima de su mesilla y le dio las buenas noches. Después se quedó dormido pensando que esa figurita de apenas 10 cm había estado con su abuelo en la guerra. Era un soldado de verdad, su héroe.  No era un juguete cualquiera.



Y claro que no lo era, cuando la luz empezó a entrar en la habitación del niño,  el soldadito recobró la vida después de casi 30 años de oscuridad y se apresuró para ir  en busca de su bailarina. Tenía todo el cuerpo entumecido de la postura en la que había quedado en ese viejo arcón  y le costó bastante volver a caminar con paso firme.  Buscó a la bailarina por todas partes hasta que alguien le informó de que se casó y que llegó a ser una bailarina importante. No comprendía nada.  ¿Cuánto tiempo estuvo fuera? Se miró en un escaparate y vio el paso del tiempo en su rostro. Por primera vez se sintió juguete en manos del destino.

¡Había perdido el amor de su vida! Envuelto en la tristeza, decidió que tenía  que ir en su busca.  No quería morir sin verla de nuevo y explicarle lo sucedido.

Cuando la bailarina se retiró abrió una pequeña escuela de danza y  enseñaba a sus alumnas ballet clásico. 


El soldadito se presentó allí y al terminar la clase subió a buscarla. La encontró en una pequeña estancia, una habitación blanca muy acogedora. Había un gran espejo en la pared  y un aparato de música reproducía una y otra vez "El Cascanueces" de Tchaikovski.   Al encontrarse de nuevo las miradas,  la bailarina y el soldadito retrocedieron en el tiempo y se  emocionaron como lo hacían cuando eran jóvenes. Hablaron y bailaron   varias horas y con lágrimas en los ojos se despidieron rozándose los dedos.  Pero debieron perder la noción del tiempo mientras bailaban  porque el reloj tocó las 12 campanadas y los dos cayeron al suelo quedando  profundamente dormidos con los dedos meñiques unidos.

- Cariño, en cuanto despierte Teresa vas a tener que hablar seriamente con ella.  Ya no sé cómo decirle que no juegue con mi colección  de bailarinas de porcelana. Las saca de la vitrina y luego me las deja todas por ahí tiradas con sus juguetes. Y por si fuera poco ha dejado la música del cascanueces sonando toda la noche.



                       Cuento escrito por Rosa Fernández Salamanca

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