Hola amig@s, esta noche quería hablaros de un libro que leí hace tiempo. Se llama "La edad de la inocencia" y quería compartir con vosotros lo que me enseñó.
El libro iba creciendo conforme pasaban los capítulos, la historia maduraba conforme la leía y me hizo revivir mi propia madurez en algunos aspectos de mi corazón.
¿No os ha pasado nunca que habéis disfrutado al máximo un libro? ¿Que os sentís identificados con algunas escenas o conversaciones, que las vivís en primera persona, que se os pone un nudo en el estómago?
Yo creo que esto ocurre cuando estás en el momento idóneo para asimilar el contenido del libro, para sentirlo mientras lo lees.
No sé cómo explicarlo: en diferentes momentos de tu vida y llevando contigo experiencias distintas vives el libro de una manera u otra.
Algo así me pasó a mí con "La edad de la inocencia".
Es difícil resumir cómo me conmovió, pero de alguna forma me hizo pensar en esos convencionalismos sociales que te niegan vivir, en lo que aparentamos y en lo que verdaderamente somos, en la lucha que a veces se crea entre razón y sentimiento, en el Amor… y sobre todo en qué es, cómo se manifiesta y las diferentes formas de vivirlo.
He creído comprender que la realidad está donde uno la vive y que a veces son más reales unas cosas que otras con independencia de dónde se desarrollan, que las marcadas diferencias entre el bien y el mal, lo honesto y lo deshonesto, lo conveniente y lo desaconsejado, dejan muy poco hueco para lo imprevisto, y que cuando nos amarramos a la rutina, a la costumbre, a lo social, nos volvemos tímidos y poco imaginativos.
En el libro hay un trocito donde ella le da a entender a él que se sienten cerca precisamente porque están separados y que es precisamente la distancia la que les permite ser ellos mismos y por lo tanto verse tal y como son.
Hasta este punto de madurez caminé simultáneamente al lado de los personajes de este libro...
pero yo le preguntaría a Edith Wharton cómo se libera uno del dolor que produce aceptar esto, por qué el corazón que llega al conocimiento de esta realidad en vez de serenarse ante su descubrimiento se mantiene en un continuo estado de agitación.
Rosa