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lunes, 30 de mayo de 2022

Historia de amor. Cuento en vídeo.

 Si te gustan las historias de amor tienes que ver este cuento en vídeo. 

viernes, 6 de mayo de 2022

Universo 2. Cuentos para pensar.


                                                                              Cuento escrito por Rosa Fernández Salamanca

Si quieres la versión en vídeo te la dejo en este enlace. Pincha aquí

                                        Universo 2

Era ya muy tarde y Alicia se quedó dormida sobre su mesita blanca de trabajo. La luz amarilla de una pequeña vela alumbraba unos dibujos realizados en su cuaderno: unos azulejitos  pintados a rotulador  formaban un mosaico sin terminar decorando una gran  jardinera de cemento y una orquídea blanca destacaba de entre las demás flores dibujadas. Hacía mucho tiempo que Alicia sentía atracción por las actividades creativas y en los últimos años escribía  cuentos que le ayudaban a relajar y liberar la tensión del ruido de su mente. Ya no era una niña pero en su cuerpo de adulta habitaban todos  sus personajes preferidos, tenía un corazón lleno de compartimentos y en cada uno de ellos había un sueño y una vida. Le gustaba dar segundas oportunidades a los relatos clásicos, cambiar los personajes o mezclarlos, y en otras ocasiones  jugaba a representar  ella misma algún personaje conocido.

Su otro yo más racional le hacía buscar información en distintas ciencias. La Física Cuántica siempre la atrajo y aquella noche, como otras muchas, se había quedado hasta muy tarde leyendo y actualizando sus conocimientos sobre las nuevas corrientes. Se sonreía ella misma al pensar que la racionalidad de todo el Universo giraba en torno a unas partículas juguetonas llamadas cuánticas y que a su vez estaban volviendo loca a toda la Comunidad Científica.  

Lo que más la desconcertaba era ese aire de misterio que envolvía lo desconocido, la incertidumbre, hacer una cosa o no hacerla, y a la vez haberla hecho. No tener que elegir una sola vida, poder  vivirlas todas, soñar  y no ser un sueño. Estas teorías alimentaban su mente para seguir creando historias.
Contaba con la complicidad de Schrödinger; el gato estaba vivo y muerto al mismo tiempo, sus  personajes  podían existir en  unas historias y simultáneamente  en otras, viviendo múltiples vidas aunque fuera en  distintos Universos.
Cada vez que Alicia tomaba una decisión en sus narraciones, estaba  creando literalmente  decenas  de versiones alternativas, que estaban ya fuera de su poder y que se desarrollaban  en  Universos paralelos. Cada decisión abría una nueva puerta, cada puerta creaba un nuevo Universo.


"Menos mal -pensaba en voz alta- que los avances científicos no han encontrado todavía la llave que permita la conciencia de las distintas vidas. Si alguna vez ocurre tendré que crear un paraíso cuántico donde irán a parar todos mis personajes cuando pierdan la cordura."


Y así  transcurría la vida de Alicia; aburrida y divertida, relajada y estresante, sin grandes responsabilidades pero responsable de sus palabras escritas. Y sin saber cómo algo inesperado empezó a suceder. Cuando Alicia terminaba sus cuentos los guardaba en un pequeño secreter de su habitación  para poder concentrarse en los próximos, sin embargo, seguía percibiendo vibraciones de ellos y su mente se llenaba de  emociones  que no pertenecían a su vida actual. Sus sentimientos se supeditaban a hechos que ocurrían en otras dimensiones espaciales, a los estados de ánimo de personajes  que se habían resistido a tener el destino que ella propuso para ellos o a sus  propias vivencias cuando se introducía de incógnito en sus relatos. No sabía cómo pero  quedó entrelazada íntimamente con ellos como dos partículas conectadas a pesar de estar separadas en la distancia.


Pensó en la posibilidad de que no estuviera despierta sino que estuviera inmersa en un sueño en el que el poderoso Dumbledor le hubiera otorgado la conciencia de todas sus vidas. Alicia cantaba y reía, sus ojos se llenaban de emoción, era feliz, amaba y se sentía amada pero de pronto, percibía energías  de algún personaje perverso que se la tenía guardada y la tristeza la invadía.

Tanto era así que empezó a  numerar los Universos de los que tenía conciencia y realizó un gran mural en la pared donde anotaba quién vivía en cada uno, cómo eran sus vidas,  y qué lugar ocupaba ella en aquellas líneas espaciales. Disfrutaba con aquel puzzle multidimensional.



Cuando terminó el invierno Alicia limpió su pequeño jardín, y pintó de nuevo el viejo buzón de cartas oxidado por las lluvias de ese año. Hacía muchos meses que no recibía correspondencia, pero una mañana cuando lucía ese sol que te recuerda la eterna primavera, vio a lo lejos  un hombre mayor de barba blanca  que se acercaba con paso cansado y que echó en el buzón dos cartas manuscritas. Alicia se extrañó al no ver al cartero habitual y al observar cómo el hombre hacía todo el recorrido a pie a pesar de la gran distancia que había entre las casas.
Salió a recogerlas y ya no había rastro de él, ni siquiera se veía la silueta en el horizonte.
"¿Cómo podía haberse marchado tan pronto? -se preguntó Alicia."
Cogió las cartas, entró en la cabaña y se sentó en una vieja mecedora a leerlas junto a la ventana del patio interior.



Su soldadito de plomo le contaba que se casó con la bailarina aunque ella había tenido que dejar de bailar por una lesión en la rodilla. Alicia  de manera inconsciente tocó su pierna recientemente operada de menisco y no pudo evitar emocionarse.
En la segunda carta el hombre de hojalata le explicó que el Mago de Oz le  regaló una compañera y los dotó de dos corazones entrelazados que latían al unísono. De nuevo, Alicia no pudo evitar la tentación de tocar su pecho y susurrar los primeros versos de Cummings: "I carry your heart with me."

Se encontraba desbordada de felicidad. Las lágrimas  apenas la dejaban seguir leyendo aquellas palabras. "¿En qué línea espacial vivían aquellos personajes? ¿Cómo encontraría la forma de responder aquellas cartas extraviadas en otra dimensión?"


Se hizo de día, y Alicia no abrió los ojos hasta que el Sol estaba en su punto más alto. La luz de la vela se había consumido por completo, miró por la ventana  desperezándose tímidamente y vio el buzón recién pintado, se levantó a toda prisa y fue  a abrirlo. Allí encontró una carta del Universo número 2. Alicia había llegado hasta el buzón sin aliento. Le temblaban las manos. Aunque ella ya estaba acostumbrada a sentir vibraciones de otros universos paralelos, esta vez era distinto. El Universo 1 y 2 habían coexistido simultáneamente en el mismo espacio y nunca supo dar una explicación racional a todo lo vivido.


Para comprender la paradoja habría que remontarse muchos años atrás cuando Alicia se iniciaba en la creación de sus primeros cuentos. Era joven y soñadora y le fascinaba el siglo XIX, la belleza y lo perfecto nunca tuvieron interés para ella y pudo centrarse en lo sublime y en la exaltación de las pasiones por encima de la razón. Estaba loca por liberar sus palabras y dar protagonismo a los grandes dramas amorosos que ella imaginaba en su mente.

Pasó muchas horas leyendo a Bécquer, Víctor Hugo, Espronceda... aunque la obra que más impacto dejó sobre ella fue "Alicia en el país de las maravillas" de Lewis Carroll. Esta novela está invadida de paradojas y sin sentidos que Alicia integró en varios de sus cuentos a lo largo de su vida. Tanto fue así, que muchos años después suplantó a Alicia y mantuvo correspondencia con El  Sombrerero Loco con quien hacía pequeñas disertaciones sobre la vida y el amor. El Sombrerero y Alicia desmenuzaron juntos los grandes enigmas del alma sin llegar jamás a conclusiones universales, sino más bien a experiencias no extrapolables a otras situaciones.                    
                                                                          

-No te salgas de la historia, -dijo El Sombrerero- dejemos que el relato continúe.                                      
                                                                     
¿Veis a lo que me refería? No tiene remedio.


Llegó la primavera  y una mañana fresca de abril, Alicia observó que las golondrinas habían vuelto a habitar los nidos construidos bajo las tejas de su casa. Había leído en algún sitio que cada año regresaban los machos y que al poco tiempo volvían  las mismas hembras del año anterior, y le pareció precioso que las aves tuvieran esta capacidad de amar a pesar del tiempo. Miró el jardín y las madreselvas ya cubrían parte de la verja, así que pensó que Bécquer ya le había dado el inicio de su próximo relato. Ahora solo faltaba una gran drama de amor y desamor que hiciera temblar el corazón más escéptico. En cuanto tuviera un rato de inspiración cogería su bolígrafo y comenzaría la historia. Tenía todavía que pensar un nombre para la protagonista y le pareció una idea original ponerle Alicia como ella. Quería llegar a despertar los corazones de los lectores y debía involucrarse en la obra, además, el escenario comenzaría con las golondrinas y las madreselvas de su propio jardín.

A principios de mayo todavía no había escrito nada cuando ocurrió algo inesperado. En el jardín de Alicia florecieron  un tipo de orquídeas jamás vistas con anterioridad en ninguna parte del mundo. Era una especie única y no se conocían los factores que las habían hecho crecer precisamente allí. El pueblo se llenó de curiosos y de renombrados botánicos interesados en estudiar este nuevo ejemplar de tanta belleza.

Las visitas se sucedían unas con otras y Alicia realizaba cada tarde decenas de dibujos a carboncillo desde perspectivas diferentes. Mientras tanto, ante una flor tan delicada, los expertos tomaban notas exactas de temperatura y  humedad... y entre todo ese ir y venir de personas Alicia lo reconoció.


Allí delante de ella estaba su Universo número 2. Daba igual cómo se llamara ni qué apariencia tenía, Alicia sabía que era él. Podía ver el hilo rojo que unía sus meñiques y  por más dificultades que la vida les pusiera en el camino estaba segura de que vivirían una historia digna de cualquier leyenda japonesa. Y así fue, conoció la exaltación más pura
de las emociones y de los sentimientos. Se unieron dos almas destinadas a abrirse la una a la otra.

-¡Vamos, vamos! -dijo El Sombrerero-. Estoy impaciente por saber lo que ocurrió después.



Alicia comprendió la generosidad del amor y por primera vez sintió la grandeza de los versos de Víctor Hugo cuando decía "Te deseo primero que ames, y que amando, también seas amado..." Comprendió que las almas crecen y se ensanchan con el proceso de amar y que la reciprocidad es un regalo que sólo a veces nos concede la vida.


Y entonces creyó que ya estaba preparada para escribir la más bella historia de amor. Se sentó en la mesita de trabajo, encendió una vela, y al abrir su cuaderno se quedó totalmente sorprendida porque las páginas en blanco se habían llenado con un cuento llamado "Universo 2".


-¿Cómo que Universo 2? -dijo Alicia-. No entiendo nada.
¡Sombrererooooo!, ¿no será esto cosa tuya?


Alicia estaba confundida, desorientada, ofuscada  en comprender las cosas con la mente y no con el corazón y así no encontraría la respuesta a lo sucedido. Retrocedió a Lewis Carroll y a sus sinsentidos, recordó que las cosas importantes no pueden verse más que con el corazón, se serenó y se dejó llevar, dejó de buscar explicaciones y comenzó a leer las páginas lentamente. Aquel relato describía a la perfección su historia de amor: gestos, palabras, lágrimas, abrazos y risas. Todo estaba allí detallado hasta el más mínimo suspiro. Alicia se emocionó tanto que no podía seguir leyendo, la felicidad en ese momento era inmensa.
"¿En qué agujero se habría introducido?" Estuvo más de dos horas abrazada a su cuaderno evocando aquellas palabras vividas por ella.

Solo cuando las emociones la dejaron volver al presente se dio cuenta de que había una página que no había leído, y al hacerlo descubrió  el drama que padeció al tener que separarse del Universo 2. El dolor y la angustia  brotaban de cada una de las frases y se intuía cómo unas lágrimas habían corrido la tinta de las últimas palabras. Alicia pasó de la felicidad al infierno en unos segundos, de la realidad a la ficción, y sus lágrimas se unieron también a los últimos  renglones emborronados. 
"¿De quién serían las lágrimas a las que se habían unido las suyas?"

Como  muchas obras literarias del Romanticismo el cuento quedó inacabado y ante el vacío Alicia tuvo que refugiarse en sus relatos para superar el dolor que sentía tras la privación de su ser amado. Fue a partir de ese momento cuando empezó a percibir vibraciones y energías de lugares desconocidos, de relatos, de poemas, de cuentos... Nunca tuvo noticias sobre aquella historia.



Por eso aquella  mañana le temblaban las manos cuando en su buzón halló después de tantos años  una carta del Universo 2. La abrió con mucho cuidado para no estropearla.

"Sombrerero, -decía para sí misma Alicia-, no soy capaz de leerla.  Tanto tiempo esperando... ¿Qué mensaje traerá para mi?"


La leyó, la volvió a leer y lo hizo por lo menos mil veces más hasta dolerle los ojos. Después de eso sintió que estaba en condiciones de terminar aquella historia que quedó inacabada  dentro de un cajón tantos años.

Al anochecer se tumbó en la cama con la intención de crear un final. Se veía el cielo iluminado desde la ventana y comprobó la inmensidad del Universo. El destello de las estrellas era mágico y no importaba si eran astros extinguidos o no. Lo importante es que La Luz era real.


Comenzó a escribir con seguridad. Cuidó cada palabra que escribía, decoró la historia con bosques, con lagos  y flores. Cada despertar era un regalo, cada amanecer  un abrazo. Alicia encontró por fin la serenidad del alma y se deshizo de la incertidumbre para siempre. Mostraba una sonrisa traviesa mientras escribía, como si tuviera la certeza de que aquello no era  un cuento sino un trocito de vida. Un trocito de vida que le quedaba por vivir.

                                              
Rosa♥
                   
                                                                             Cuento escrito por Rosa Fernández Salamanca

domingo, 6 de mayo de 2018

El corazón de Pablo.

Cuenta una antigua leyenda que una bonita flor muy conocida por todos, llamada amapola, despertaba cada mañana con lágrimas de rocío en los ojos. 

Se pasaba el día contemplando los insectos que revoloteaban a su alrededor haciéndole danzas de cortejo, y aunque era la flor más deseada del vergel por su color rojo pasión, no podía evitar sentirse triste porque no era libre para elevar su vuelo como otros seres vivos del jardín.

Un día, al despertar, se le escapó un suspiro que transportaba con él su mayor deseo de volar llegando a los oídos de una preciosa crisálida que dormía en el hueco de un tronco cercano. 


Monarch Chrysalis by Cotinis.flickr (cc)
Dicen que las crisálidas son seres mágicos que pueden conceder deseos antes de salir del capullo y convertirse en seres adultos. La crisálida se condolió de la flor y concentrando su último aliento usó la magia para convertirla en un pequeño saltamontes que llegó a un colegio dando torpes saltos por su falta de experiencia. 



Los niños, de miradas ingenuas y transparentes, advirtieron que el saltamontes no se movía con la agilidad propia de los de su especie por lo que pensaron que estaba herido. Todos intentaban cogerlo una y otra vez, y nadie se daba cuenta de que al final, el pequeño saltamontes acabaría muerto en algún rincón del patio. 


Solo un niño, un niño de corazón hermoso, con carita de ángel y sensibilidad extraordinaria pudo ver la amapola que había dentro de aquel insecto. Lo tomó con sus deditos tiernos y con esa dulzura con la que se tocan las flores, lo llevó a un macizo cercano y lo dejó allí, sobre la tierra, esperando que la flor descubra que la mayor belleza es SER lo que uno ES y desee volver a su estado natural.

 Desde entonces se ve a Pablo todos los recreos sentado junto al jardín, esperando de nuevo la metamorfosis del saltamontes y recibir a la amapola con su corazón henchido de amor. 

                                                                                        
Una noche, mientras Pablo dormía en su cama escuchó la lluvia caer con fuerza y pensó que no podría ir al colegio ni visitar al saltamontes. Se entristeció. De pronto, percibió a la crisálida mágica que vivía en el tronco del árbol como si lo llamara y pensó que si le hablaba desde su corazón bello y hermoso, la crisálida lo escucharía.
-¡Crisálida! ¿Cómo te llamas?
La crisálida no contestó.

Pablo no se rindió y con la sensibilidad que le caracteriza volvió a preguntar:

-¿Qué haces metida en tu capullo? ¿Por qué no sales y te conviertes en mariposa?
Una voz dulce y suave se escuchó:
-Soy una crisálida mágica, y siempre vivo dentro de mi capullo. Tengo miedo a salir y que el polvo de mis alas se desprenda causándome un gran dolor que me impidiera volar.
-Pero, si no sales, nunca podrás volar, te secarás y no podremos ver tus bellas alas. Con tu aliento das vida a los sueños de los demás insectos, sin embargo, tú te escondes. 
La crisálida se sumió en un largo silencio...pero Pablo no dejaba de hablar con ella:

-Yo quiero que seas mariposa, quiero ver tus bonitas alas y quiero verte volar. No te escondas en tu capullo...eres hermosa.

 
Yo te cuidaré como hago con mi saltamontes y no dejaré que nadie te haga daño. Te llevaré a mi jardín lleno de amapolas y te cuidaré. No dejaré que el polvo se desprenda de tus alas.







A la mañana siguiente Pablo se despertó sin saber si fue un sueño lo vivido aquella noche, pero desde entonces coge a todos los  saltamontes que se encuentra en el patio del colegio esperando que aparezcan la amapola y la mariposa, con el deseo de que juntas colmen su corazón llenándolo de alegría.





Autoras: María y Rosa.
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