Cuento escrito por Rosa Fernández Salamanca
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Universo 2
Era ya muy tarde y Alicia se quedó dormida sobre su
mesita blanca de trabajo. La luz amarilla de una pequeña vela alumbraba unos
dibujos realizados en su cuaderno: unos azulejitos pintados a
rotulador formaban un mosaico sin terminar decorando una gran jardinera
de cemento y una orquídea blanca destacaba de entre las demás flores
dibujadas. Hacía mucho tiempo que Alicia sentía atracción por las actividades creativas y
en los últimos años escribía cuentos que le ayudaban a relajar y liberar
la tensión del ruido de su mente. Ya no era una niña pero en su cuerpo de adulta habitaban todos sus
personajes preferidos, tenía un corazón lleno de compartimentos y en cada uno
de ellos había un sueño y una vida. Le gustaba dar segundas oportunidades a los
relatos clásicos, cambiar los personajes o mezclarlos, y en otras
ocasiones jugaba a representar ella misma algún personaje conocido.
Su otro yo más racional le hacía buscar información en distintas ciencias. La
Física Cuántica siempre la atrajo y aquella noche, como otras muchas, se había
quedado hasta muy tarde leyendo y actualizando sus conocimientos sobre las
nuevas corrientes. Se sonreía ella misma al pensar que la racionalidad de todo
el Universo giraba en torno a unas partículas juguetonas llamadas cuánticas y
que a su vez estaban volviendo loca a toda la Comunidad Científica.
Lo que más la desconcertaba era ese aire de misterio que envolvía lo
desconocido, la incertidumbre, hacer una cosa o no hacerla, y a la vez haberla
hecho. No tener que elegir una sola vida, poder vivirlas todas,
soñar y no ser un sueño. Estas teorías alimentaban su mente para seguir creando historias.
Contaba con la complicidad de Schrödinger; el gato estaba vivo y muerto al
mismo tiempo, sus personajes podían existir en unas historias
y simultáneamente en otras, viviendo múltiples vidas aunque fuera
en distintos Universos.
Cada vez que Alicia tomaba una decisión en sus narraciones, estaba
creando literalmente decenas de versiones alternativas, que estaban
ya fuera de su poder y que se desarrollaban en Universos paralelos.
Cada decisión abría una nueva puerta, cada puerta creaba un nuevo Universo.
"Menos mal -pensaba en voz alta- que los avances científicos no han
encontrado todavía la llave que permita la conciencia de las distintas vidas.
Si alguna vez ocurre tendré que crear un paraíso cuántico donde irán a parar
todos mis personajes cuando pierdan la cordura."
Y así transcurría la vida de Alicia; aburrida y divertida, relajada y
estresante, sin grandes responsabilidades pero responsable de sus palabras
escritas. Y sin saber cómo algo inesperado empezó a suceder. Cuando Alicia terminaba sus
cuentos los guardaba en un pequeño secreter de su habitación para poder
concentrarse en los próximos, sin embargo, seguía percibiendo vibraciones de
ellos y su mente se llenaba de emociones que no pertenecían a su
vida actual. Sus sentimientos se supeditaban a hechos que ocurrían en otras
dimensiones espaciales, a los estados de ánimo de personajes que se habían
resistido a tener el destino que ella propuso para ellos o a sus propias
vivencias cuando se introducía de incógnito en sus relatos. No sabía cómo
pero quedó entrelazada íntimamente con ellos como dos partículas
conectadas a pesar de estar separadas en la distancia.
Pensó en la posibilidad de que no estuviera despierta sino que estuviera
inmersa en un sueño en el que el poderoso Dumbledor le hubiera otorgado la
conciencia de todas sus vidas. Alicia cantaba y reía, sus ojos se llenaban de
emoción, era feliz, amaba y se sentía amada pero de pronto, percibía
energías de algún personaje perverso que se la tenía guardada y la
tristeza la invadía.
Tanto era así que empezó a numerar los Universos de los que tenía
conciencia y realizó un gran mural en la pared donde anotaba quién vivía en
cada uno, cómo eran sus vidas, y qué lugar ocupaba ella en aquellas
líneas espaciales. Disfrutaba con aquel puzzle multidimensional.
Cuando terminó el invierno Alicia limpió su pequeño jardín, y pintó de nuevo el
viejo buzón de cartas oxidado por las lluvias de ese año. Hacía muchos meses
que no recibía correspondencia, pero una mañana cuando lucía ese sol que te
recuerda la eterna primavera, vio a lo lejos un hombre mayor de barba
blanca que se acercaba con paso cansado y que echó en el buzón dos cartas
manuscritas. Alicia se extrañó al no ver al cartero habitual y al observar cómo
el hombre hacía todo el recorrido a pie a pesar de la gran distancia que había
entre las casas.
Salió a recogerlas y ya no había rastro de él, ni siquiera se veía la silueta
en el horizonte.
"¿Cómo podía haberse marchado tan pronto? -se preguntó Alicia."
Cogió las cartas, entró en la cabaña y se sentó en una vieja mecedora a leerlas
junto a la ventana del patio interior.
Su soldadito de plomo le contaba que se casó con la bailarina aunque ella había
tenido que dejar de bailar por una lesión en la rodilla. Alicia de manera
inconsciente tocó su pierna recientemente operada de menisco y no pudo evitar
emocionarse.
En la segunda carta el hombre de hojalata le explicó que el Mago de Oz le
regaló una compañera y los dotó de dos corazones entrelazados que latían al
unísono. De nuevo, Alicia no pudo evitar la tentación de tocar su pecho y
susurrar los primeros versos de Cummings: "I carry your heart with
me."
Se encontraba desbordada de felicidad. Las lágrimas apenas la dejaban
seguir leyendo aquellas palabras. "¿En qué línea espacial vivían aquellos
personajes? ¿Cómo encontraría la forma de responder aquellas cartas extraviadas
en otra dimensión?"
Se hizo de día, y Alicia no abrió los ojos hasta que el Sol estaba en su punto
más alto. La luz de la vela se había consumido por completo, miró por la
ventana desperezándose tímidamente y vio el buzón recién pintado, se
levantó a toda prisa y fue a abrirlo. Allí encontró una carta del
Universo número 2. Alicia había llegado hasta el buzón sin aliento. Le
temblaban las manos. Aunque ella ya estaba acostumbrada a sentir vibraciones de
otros universos paralelos, esta vez era distinto. El Universo 1 y 2 habían
coexistido simultáneamente en el mismo espacio y nunca supo dar una explicación
racional a todo lo vivido.
Para comprender la paradoja habría que remontarse muchos años atrás cuando
Alicia se iniciaba en la creación de sus primeros cuentos. Era joven y soñadora
y le fascinaba el siglo XIX, la belleza y lo perfecto nunca tuvieron interés
para ella y pudo centrarse en lo sublime y en la exaltación de las pasiones por
encima de la razón. Estaba loca por liberar sus palabras y dar protagonismo a
los grandes dramas amorosos que ella imaginaba en su mente.
Pasó muchas horas leyendo a Bécquer, Víctor Hugo, Espronceda... aunque la obra
que más impacto dejó sobre ella fue "Alicia en el país de las
maravillas" de Lewis Carroll. Esta novela está invadida de paradojas y sin
sentidos que Alicia integró en varios de sus cuentos a lo largo de su vida.
Tanto fue así, que muchos años después suplantó a Alicia y mantuvo
correspondencia con El Sombrerero Loco con quien hacía pequeñas
disertaciones sobre la vida y el amor. El Sombrerero y Alicia desmenuzaron
juntos los grandes enigmas del alma sin llegar jamás a conclusiones
universales, sino más bien a experiencias no extrapolables a otras situaciones.
-No te salgas de la historia, -dijo El Sombrerero- dejemos que el relato
continúe.
¿Veis a lo que me refería? No tiene remedio.
Llegó la primavera y una mañana fresca de abril, Alicia observó que las
golondrinas habían vuelto a habitar los nidos construidos bajo las tejas de su
casa. Había leído en algún sitio que cada año regresaban los machos y que al
poco tiempo volvían las mismas hembras del año anterior, y le
pareció precioso que las aves tuvieran esta capacidad de amar a pesar del
tiempo. Miró el jardín y las madreselvas ya cubrían parte de la verja, así que
pensó que Bécquer ya le había dado el inicio de su próximo relato. Ahora solo
faltaba una gran drama de amor y desamor que hiciera temblar el corazón más
escéptico. En cuanto tuviera un rato de inspiración cogería su bolígrafo y
comenzaría la historia. Tenía todavía que pensar un nombre para la protagonista
y le pareció una idea original ponerle Alicia como ella. Quería llegar a
despertar los corazones de los lectores y debía involucrarse en la obra,
además, el escenario comenzaría con las golondrinas y las madreselvas de su propio
jardín.
A principios de mayo todavía no había escrito nada cuando ocurrió algo
inesperado. En el jardín de Alicia florecieron un tipo de orquídeas jamás
vistas con anterioridad en ninguna parte del mundo. Era una especie única y no
se conocían los factores que las habían hecho crecer precisamente allí. El
pueblo se llenó de curiosos y de renombrados botánicos interesados en estudiar
este nuevo ejemplar de tanta belleza.
Las visitas se sucedían unas con otras y Alicia realizaba cada tarde decenas de
dibujos a carboncillo desde perspectivas diferentes. Mientras tanto, ante una
flor tan delicada, los expertos tomaban notas exactas de temperatura
y humedad... y entre todo ese ir y venir de personas Alicia lo reconoció.
Allí delante de ella estaba su Universo número 2. Daba igual cómo se llamara ni
qué apariencia tenía, Alicia sabía que era él. Podía ver el hilo rojo que unía
sus meñiques y por más dificultades que la vida les pusiera en el
camino estaba segura de que vivirían una historia digna de cualquier leyenda
japonesa. Y así fue, conoció la exaltación más pura
de las emociones y de los
sentimientos. Se unieron dos almas destinadas a abrirse la una a la otra.
-¡Vamos, vamos! -dijo El Sombrerero-. Estoy impaciente por saber lo que
ocurrió después.
Alicia comprendió la generosidad del amor y por primera vez sintió la grandeza
de los versos de Víctor Hugo cuando decía "Te deseo primero que ames, y
que amando, también seas amado..." Comprendió que las almas crecen y
se ensanchan con el proceso de amar y que la reciprocidad es un regalo que sólo
a veces nos concede la vida.
Y entonces creyó que ya estaba preparada para escribir la más bella historia de
amor. Se sentó en la mesita de trabajo, encendió una vela, y al abrir su
cuaderno se quedó totalmente sorprendida porque las páginas en blanco se
habían llenado con un cuento llamado "Universo 2".
-¿Cómo que Universo 2? -dijo Alicia-. No entiendo nada.
¡Sombrererooooo!, ¿no será esto cosa tuya?
Alicia estaba confundida, desorientada, ofuscada en comprender las cosas
con la mente y no con el corazón y así no encontraría la respuesta a lo
sucedido. Retrocedió a Lewis Carroll y a sus sinsentidos, recordó que las
cosas importantes no pueden verse más que con el corazón, se serenó y se dejó
llevar, dejó de buscar explicaciones y comenzó a leer las páginas lentamente.
Aquel relato describía a la perfección su historia de amor: gestos, palabras,
lágrimas, abrazos y risas. Todo estaba allí detallado hasta el más mínimo
suspiro. Alicia se emocionó tanto que no podía seguir leyendo, la felicidad en
ese momento era inmensa.
"¿En qué agujero se habría introducido?" Estuvo más de dos horas
abrazada a su cuaderno evocando aquellas palabras vividas por ella.
Solo cuando las emociones la dejaron volver al presente se dio cuenta de que
había una página que no había leído, y al hacerlo descubrió el drama que
padeció al tener que separarse del Universo 2. El dolor y la angustia
brotaban de cada una de las frases y se intuía cómo unas lágrimas habían
corrido la tinta de las últimas palabras. Alicia pasó de la felicidad al
infierno en unos segundos, de la realidad a la ficción, y sus lágrimas se
unieron también a los últimos renglones emborronados.
"¿De quién serían
las lágrimas a las que se habían unido las suyas?"
Como muchas obras literarias del Romanticismo el cuento quedó inacabado y
ante el vacío Alicia tuvo que refugiarse en sus relatos para superar el dolor
que sentía tras la privación de su ser amado. Fue a partir de ese momento
cuando empezó a percibir vibraciones y energías de lugares desconocidos, de
relatos, de poemas, de cuentos... Nunca tuvo noticias sobre aquella historia.
Por eso aquella mañana le temblaban las manos cuando en su buzón halló
después de tantos años una carta del Universo 2. La abrió con mucho cuidado para no estropearla.
"Sombrerero, -decía para sí misma Alicia-, no soy capaz de leerla.
Tanto tiempo esperando... ¿Qué mensaje traerá para mi?"
La leyó, la volvió a leer y lo hizo por lo menos mil veces más hasta dolerle
los ojos. Después de eso sintió que estaba en condiciones de terminar aquella
historia que quedó inacabada dentro de un cajón tantos años.
Al anochecer se tumbó en la cama con la intención de crear un final. Se veía el
cielo iluminado desde la ventana y comprobó la inmensidad del Universo. El
destello de las estrellas era mágico y no importaba si eran astros extinguidos
o no. Lo importante es que La Luz era real.
Comenzó a escribir con seguridad. Cuidó cada palabra que escribía, decoró la
historia con bosques, con lagos y flores. Cada despertar era un regalo,
cada amanecer un abrazo. Alicia encontró por fin la serenidad del alma y
se deshizo de la incertidumbre para siempre. Mostraba una sonrisa traviesa
mientras escribía, como si tuviera la certeza de que aquello no era un
cuento sino un trocito de vida. Un trocito de vida que le quedaba por vivir.
Rosa♥
Cuento escrito por Rosa Fernández Salamanca
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