Si quieres la versión en vídeo te la dejo en este enlace. Pincha aquí
Universo 2
Era ya muy tarde y Alicia se quedó dormida sobre su
mesita blanca de trabajo. La luz amarilla de una pequeña vela alumbraba unos
dibujos realizados en su cuaderno: unos azulejitos pintados a
rotulador formaban un mosaico sin terminar decorando una gran jardinera
de cemento y una orquídea blanca destacaba de entre las demás flores
dibujadas. Hacía mucho tiempo que Alicia sentía atracción por las actividades creativas y
en los últimos años escribía cuentos que le ayudaban a relajar y liberar
la tensión del ruido de su mente. Ya no era una niña pero en su cuerpo de adulta habitaban todos sus
personajes preferidos, tenía un corazón lleno de compartimentos y en cada uno
de ellos había un sueño y una vida. Le gustaba dar segundas oportunidades a los
relatos clásicos, cambiar los personajes o mezclarlos, y en otras
ocasiones jugaba a representar ella misma algún personaje conocido.
Su otro yo más racional le hacía buscar información en distintas ciencias. La
Física Cuántica siempre la atrajo y aquella noche, como otras muchas, se había
quedado hasta muy tarde leyendo y actualizando sus conocimientos sobre las
nuevas corrientes. Se sonreía ella misma al pensar que la racionalidad de todo
el Universo giraba en torno a unas partículas juguetonas llamadas cuánticas y
que a su vez estaban volviendo loca a toda la Comunidad Científica.
Lo que más la desconcertaba era ese aire de misterio que envolvía lo
desconocido, la incertidumbre, hacer una cosa o no hacerla, y a la vez haberla
hecho. No tener que elegir una sola vida, poder vivirlas todas,
soñar y no ser un sueño. Estas teorías alimentaban su mente para seguir creando historias.
Contaba con la complicidad de Schrödinger; el gato estaba vivo y muerto al
mismo tiempo, sus personajes podían existir en unas historias
y simultáneamente en otras, viviendo múltiples vidas aunque fuera
en distintos Universos.
Cada vez que Alicia tomaba una decisión en sus narraciones, estaba
creando literalmente decenas de versiones alternativas, que estaban
ya fuera de su poder y que se desarrollaban en Universos paralelos.
Cada decisión abría una nueva puerta, cada puerta creaba un nuevo Universo.
"Menos mal -pensaba en voz alta- que los avances científicos no han
encontrado todavía la llave que permita la conciencia de las distintas vidas.
Si alguna vez ocurre tendré que crear un paraíso cuántico donde irán a parar
todos mis personajes cuando pierdan la cordura."
Y así transcurría la vida de Alicia; aburrida y divertida, relajada y
estresante, sin grandes responsabilidades pero responsable de sus palabras
escritas. Y sin saber cómo algo inesperado empezó a suceder. Cuando Alicia terminaba sus
cuentos los guardaba en un pequeño secreter de su habitación para poder
concentrarse en los próximos, sin embargo, seguía percibiendo vibraciones de
ellos y su mente se llenaba de emociones que no pertenecían a su
vida actual. Sus sentimientos se supeditaban a hechos que ocurrían en otras
dimensiones espaciales, a los estados de ánimo de personajes que se habían
resistido a tener el destino que ella propuso para ellos o a sus propias
vivencias cuando se introducía de incógnito en sus relatos. No sabía cómo
pero quedó entrelazada íntimamente con ellos como dos partículas
conectadas a pesar de estar separadas en la distancia.
Pensó en la posibilidad de que no estuviera despierta sino que estuviera
inmersa en un sueño en el que el poderoso Dumbledor le hubiera otorgado la
conciencia de todas sus vidas. Alicia cantaba y reía, sus ojos se llenaban de
emoción, era feliz, amaba y se sentía amada pero de pronto, percibía
energías de algún personaje perverso que se la tenía guardada y la
tristeza la invadía.
Tanto era así que empezó a numerar los Universos de los que tenía
conciencia y realizó un gran mural en la pared donde anotaba quién vivía en
cada uno, cómo eran sus vidas, y qué lugar ocupaba ella en aquellas
líneas espaciales. Disfrutaba con aquel puzzle multidimensional.
Cuando terminó el invierno Alicia limpió su pequeño jardín, y pintó de nuevo el
viejo buzón de cartas oxidado por las lluvias de ese año. Hacía muchos meses
que no recibía correspondencia, pero una mañana cuando lucía ese sol que te
recuerda la eterna primavera, vio a lo lejos un hombre mayor de barba
blanca que se acercaba con paso cansado y que echó en el buzón dos cartas
manuscritas. Alicia se extrañó al no ver al cartero habitual y al observar cómo
el hombre hacía todo el recorrido a pie a pesar de la gran distancia que había
entre las casas.
Salió a recogerlas y ya no había rastro de él, ni siquiera se veía la silueta
en el horizonte.
"¿Cómo podía haberse marchado tan pronto? -se preguntó Alicia."
Cogió las cartas, entró en la cabaña y se sentó en una vieja mecedora a leerlas
junto a la ventana del patio interior.
Su soldadito de plomo le contaba que se casó con la bailarina aunque ella había
tenido que dejar de bailar por una lesión en la rodilla. Alicia de manera
inconsciente tocó su pierna recientemente operada de menisco y no pudo evitar
emocionarse.
En la segunda carta el hombre de hojalata le explicó que el Mago de Oz le
regaló una compañera y los dotó de dos corazones entrelazados que latían al
unísono. De nuevo, Alicia no pudo evitar la tentación de tocar su pecho y
susurrar los primeros versos de Cummings: "I carry your heart with
me."
Se encontraba desbordada de felicidad. Las lágrimas apenas la dejaban
seguir leyendo aquellas palabras. "¿En qué línea espacial vivían aquellos
personajes? ¿Cómo encontraría la forma de responder aquellas cartas extraviadas
en otra dimensión?"
Se hizo de día, y Alicia no abrió los ojos hasta que el Sol estaba en su punto
más alto. La luz de la vela se había consumido por completo, miró por la
ventana desperezándose tímidamente y vio el buzón recién pintado, se
levantó a toda prisa y fue a abrirlo. Allí encontró una carta del
Universo número 2. Alicia había llegado hasta el buzón sin aliento. Le
temblaban las manos. Aunque ella ya estaba acostumbrada a sentir vibraciones de
otros universos paralelos, esta vez era distinto. El Universo 1 y 2 habían
coexistido simultáneamente en el mismo espacio y nunca supo dar una explicación
racional a todo lo vivido.
Para comprender la paradoja habría que remontarse muchos años atrás cuando
Alicia se iniciaba en la creación de sus primeros cuentos. Era joven y soñadora
y le fascinaba el siglo XIX, la belleza y lo perfecto nunca tuvieron interés
para ella y pudo centrarse en lo sublime y en la exaltación de las pasiones por
encima de la razón. Estaba loca por liberar sus palabras y dar protagonismo a
los grandes dramas amorosos que ella imaginaba en su mente.
Pasó muchas horas leyendo a Bécquer, Víctor Hugo, Espronceda... aunque la obra
que más impacto dejó sobre ella fue "Alicia en el país de las
maravillas" de Lewis Carroll. Esta novela está invadida de paradojas y sin
sentidos que Alicia integró en varios de sus cuentos a lo largo de su vida.
Tanto fue así, que muchos años después suplantó a Alicia y mantuvo
correspondencia con El Sombrerero Loco con quien hacía pequeñas
disertaciones sobre la vida y el amor. El Sombrerero y Alicia desmenuzaron
juntos los grandes enigmas del alma sin llegar jamás a conclusiones
universales, sino más bien a experiencias no extrapolables a otras situaciones.
-No te salgas de la historia, -dijo El Sombrerero- dejemos que el relato
continúe.
¿Veis a lo que me refería? No tiene remedio.
Llegó la primavera y una mañana fresca de abril, Alicia observó que las
golondrinas habían vuelto a habitar los nidos construidos bajo las tejas de su
casa. Había leído en algún sitio que cada año regresaban los machos y que al
poco tiempo volvían las mismas hembras del año anterior, y le
pareció precioso que las aves tuvieran esta capacidad de amar a pesar del
tiempo. Miró el jardín y las madreselvas ya cubrían parte de la verja, así que
pensó que Bécquer ya le había dado el inicio de su próximo relato. Ahora solo
faltaba una gran drama de amor y desamor que hiciera temblar el corazón más
escéptico. En cuanto tuviera un rato de inspiración cogería su bolígrafo y
comenzaría la historia. Tenía todavía que pensar un nombre para la protagonista
y le pareció una idea original ponerle Alicia como ella. Quería llegar a
despertar los corazones de los lectores y debía involucrarse en la obra,
además, el escenario comenzaría con las golondrinas y las madreselvas de su propio
jardín.
A principios de mayo todavía no había escrito nada cuando ocurrió algo
inesperado. En el jardín de Alicia florecieron un tipo de orquídeas jamás
vistas con anterioridad en ninguna parte del mundo. Era una especie única y no
se conocían los factores que las habían hecho crecer precisamente allí. El
pueblo se llenó de curiosos y de renombrados botánicos interesados en estudiar
este nuevo ejemplar de tanta belleza.
Las visitas se sucedían unas con otras y Alicia realizaba cada tarde decenas de
dibujos a carboncillo desde perspectivas diferentes. Mientras tanto, ante una
flor tan delicada, los expertos tomaban notas exactas de temperatura
y humedad... y entre todo ese ir y venir de personas Alicia lo reconoció.
Allí delante de ella estaba su Universo número 2. Daba igual cómo se llamara ni
qué apariencia tenía, Alicia sabía que era él. Podía ver el hilo rojo que unía
sus meñiques y por más dificultades que la vida les pusiera en el
camino estaba segura de que vivirían una historia digna de cualquier leyenda
japonesa. Y así fue, conoció la exaltación más pura
de las emociones y de los
sentimientos. Se unieron dos almas destinadas a abrirse la una a la otra.
-¡Vamos, vamos! -dijo El Sombrerero-. Estoy impaciente por saber lo que
ocurrió después.
Alicia comprendió la generosidad del amor y por primera vez sintió la grandeza
de los versos de Víctor Hugo cuando decía "Te deseo primero que ames, y
que amando, también seas amado..." Comprendió que las almas crecen y
se ensanchan con el proceso de amar y que la reciprocidad es un regalo que sólo
a veces nos concede la vida.
Y entonces creyó que ya estaba preparada para escribir la más bella historia de
amor. Se sentó en la mesita de trabajo, encendió una vela, y al abrir su
cuaderno se quedó totalmente sorprendida porque las páginas en blanco se
habían llenado con un cuento llamado "Universo 2".
-¿Cómo que Universo 2? -dijo Alicia-. No entiendo nada.
¡Sombrererooooo!, ¿no será esto cosa tuya?
Alicia estaba confundida, desorientada, ofuscada en comprender las cosas
con la mente y no con el corazón y así no encontraría la respuesta a lo
sucedido. Retrocedió a Lewis Carroll y a sus sinsentidos, recordó que las
cosas importantes no pueden verse más que con el corazón, se serenó y se dejó
llevar, dejó de buscar explicaciones y comenzó a leer las páginas lentamente.
Aquel relato describía a la perfección su historia de amor: gestos, palabras,
lágrimas, abrazos y risas. Todo estaba allí detallado hasta el más mínimo
suspiro. Alicia se emocionó tanto que no podía seguir leyendo, la felicidad en
ese momento era inmensa.
"¿En qué agujero se habría introducido?" Estuvo más de dos horas
abrazada a su cuaderno evocando aquellas palabras vividas por ella.
Solo cuando las emociones la dejaron volver al presente se dio cuenta de que
había una página que no había leído, y al hacerlo descubrió el drama que
padeció al tener que separarse del Universo 2. El dolor y la angustia
brotaban de cada una de las frases y se intuía cómo unas lágrimas habían
corrido la tinta de las últimas palabras. Alicia pasó de la felicidad al
infierno en unos segundos, de la realidad a la ficción, y sus lágrimas se
unieron también a los últimos renglones emborronados.
"¿De quién serían
las lágrimas a las que se habían unido las suyas?"
Como muchas obras literarias del Romanticismo el cuento quedó inacabado y
ante el vacío Alicia tuvo que refugiarse en sus relatos para superar el dolor
que sentía tras la privación de su ser amado. Fue a partir de ese momento
cuando empezó a percibir vibraciones y energías de lugares desconocidos, de
relatos, de poemas, de cuentos... Nunca tuvo noticias sobre aquella historia.
Por eso aquella mañana le temblaban las manos cuando en su buzón halló
después de tantos años una carta del Universo 2. La abrió con mucho cuidado para no estropearla.
"Sombrerero, -decía para sí misma Alicia-, no soy capaz de leerla.
Tanto tiempo esperando... ¿Qué mensaje traerá para mi?"
La leyó, la volvió a leer y lo hizo por lo menos mil veces más hasta dolerle
los ojos. Después de eso sintió que estaba en condiciones de terminar aquella
historia que quedó inacabada dentro de un cajón tantos años.
Al anochecer se tumbó en la cama con la intención de crear un final. Se veía el
cielo iluminado desde la ventana y comprobó la inmensidad del Universo. El
destello de las estrellas era mágico y no importaba si eran astros extinguidos
o no. Lo importante es que La Luz era real.
Comenzó a escribir con seguridad. Cuidó cada palabra que escribía, decoró la
historia con bosques, con lagos y flores. Cada despertar era un regalo,
cada amanecer un abrazo. Alicia encontró por fin la serenidad del alma y
se deshizo de la incertidumbre para siempre. Mostraba una sonrisa traviesa
mientras escribía, como si tuviera la certeza de que aquello no era un
cuento sino un trocito de vida. Un trocito de vida que le quedaba por vivir.
Dedico este cuento a mi ciudad natal; Cartagena. A sus fortalezas físicas y espirituales y a todas las Silvanas del mundo.
Debajo del vídeo tenéis la versión escrita. Cuento escrito por Rosa Fernández Salamanca
EL JARDÍN DE SILVANA
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Final del formulario
Había una
vez una pequeña ciudad construida a orillas del mar. Cuenta la Historia que
estaba rodeada de cinco pequeñas colinas y que fue conocida en su tiempo como
la pequeña Roma. Con el paso de los años construyeron múltiples fortificaciones
que formaron los pilares fundamentales de defensa contra aquellos que querían
apoderarse de ella por su gran valor. Dos faros reciben hoy día al visitante, y lujosos
cruceros parten de la ciudad para recorrer todo el Mediterráneo. Es una ciudad
milenaria, cuna de grandes culturas y mezcla de civilizaciones.
En ella, vivía hace muchos años,un rico comerciante que tenía una hija. Cuando
la niña era pequeña su madre falleció y el comerciante prometió en su lecho de
muerte que cuidaría de ella toda la vida.Un día Silvana dijo a su padre:
–Papá, no consigo encontrar la
felicidad que todo el mundo anhela. Me gustaría viajar por el mundo por si pudiera hallarla
más allá de nuestras fronteras.
–Pero hija, ¿acaso no tienes todo lo
que necesitas? ¿No te he mostrado mi amor cada día?
–Sí, papá,pero me siento vacía, no encuentro el sentido
de mi existencia y la insatisfacción me consume.
El padre se entristeció al pensar que
había fallado a su hija y, aunque se moría de pena al imaginarse lejos de ella,
decidió que la felicidad de Silvana estaba por encima de sus propios
sentimientos. La llamó y le dijo:
–Hija mía, si
no encuentras aquí junto a los tuyos, lo que tu alma necesita, no seré yo quien
te niegue la oportunidad de encontrarlo en otros lugares. Ahora bien, me
gustaría que llevaras contigo algunos consejos que te ayudarán con toda
seguridad cuando estés sola y lejos de las personas que te aman.
La
hija,emocionada, esperó atentamente las
palabras de su padre.
–Dime, papá, ¿qué tienes que decirme?
–No hija, no soy yo la persona que te
puede aconsejar. ¡Escucha atentamente! En cada una de las fortificaciones que
defienden nuestra ciudad vive un mago lleno de sabiduría. Cada una es una gran FORTALEZA humana y
espiritual. Ellas han mantenido durante siglos nuestra ciudad en pie y han
hecho de ella lo que es hoy día. Cada mago es sabio en una faceta del ser humano y esconde
en su saber uno de los grandes secretos de la Felicidad. Antes de marcharte, te
pido por favor que visites al menos a tres de ellos, y al final cierres esta
peregrinación espiritual con el Mago del Monte San Julián.
La hija aceptó el consejo de su
padre. Buscó en un mapa y se dio cuenta de la cantidad de castillos y baterías
que había en cada uno de los cerros, colinas y montes de su ciudad. Se echó a
reír porque nunca hubiera imaginado que estos sitios estuvieran habitados, ni
mucho menos por magos. Así que, llena de curiosidad, se dispuso a la tarea
haciendo al azar tres cruces rojas sobre el plano de su ciudad.
Una mañana se encaminó hacia el Monte
de la Atalaya, le faltaba el aire cuando llegó a la cima y apareció ante ella un castillo bastante
deteriorado con 5 baluartes en la planta baja. La puerta estaba destrozada y no
parecía que allí viviera nadie.
–¿Hay alguien aquí? –gritó Silvana.
Desde la planta de arriba asomó la
cabezaun anciano que le contestó que
tendría que subir por la escalera de caracol de piedra para llegar hasta él.
Silvana pensó que ya no tenía fuerzas, había gastado el último aliento pero, un
último esfuerzo la llevó junto al mago.Era un anciano con los ojos cansados y el cabello blanco, irradiaba
felicidad mientras observaba la ciudad desde la terraza superior. La belleza
del paisaje desde aquel punto estratégico impregnó la mirada de Silvana.
El anciano se giró hacia ella y le
dijo:
–Solo desde la distancia se puede ver
la verdadera dimensión de las cosas. Busca en tu casa una zona donde puedas
construir un pequeño jardín. Elige entre las flores las que más te gusten y
planta las semillas. Cuando veas que tus plantas han florecido,estarás preparada para realizar tu
viaje.
La chica le dio las gracias y se fue pensando lo mucho que le gustaban las
orquídeas blancas.
Ala semana siguiente se había propuesto subir a su segundo destino: el Castillo
de la Concepción. Estaba muy cerca del centro de la ciudad y no le costó
trabajo llegar a él. No sabía dónde buscar al mago, paseó por todo el recinto, tropezócon algunos pavos reales y al final lo encontró echando migas de pan a
unos patos que vivían en el estanque; irradiaba felicidad mientras alimentaba a
las aves.
–¡Buenos días! –dijo lamuchacha–. ¿Es usted el mago de esta
fortaleza?
–¿Mago? Cada uno de nosotros somos
magos cuando hacemos algo por los demás. La magia vive en cada una de las
personas. Para estos animalitos soy un mago.
Silvana miró a su alrededor y vio el
cariño con el que los patos picoteaban en la mano del anciano, y cómo los pavos
realesdesplegaban su hermoso plumaje
ante él. Se le erizó de pronto la piel al pensar en esa nueva definición de
mago: un ser vivo que hace que otros crean que la magia existe.
El anciano, de mirada penetrante,
miró fijamente a la muchacha y dijo:
–No pierdas tiempo, hay un montón de
seres vivos allá abajo que necesitan de tu magia–. Metió la mano en su bolsillo
y puso entre las manos de ella una bolsita imaginaria de terciopelo negro llena
de polvos mágicos.
Silvana se marchó emocionada por la
lección recibida del anciano. A la bajada, dio un paseo por la zona del puerto
pesquero y había un grupo de gaviotas arremolinadas alrededor de un barco que
echaba al mar los restos de la limpieza del pescado. Sonrió y pensó que
aquellas gaviotas debían creer en la magia.
Regresaba yahacia su casa, cuando de pronto, encontró un
hombre tapado con cartones bajo el hueco de la escalera de la Muralla de Carlos
III, y sin pensarlo, decidió usar sus polvos mágicos con aquel indigente.Cada día, antes de que el vagabundo
despertara dejaba un plato de comida caliente en aquel lugar.
Apenas había visitado dos fortificaciones y ya intuía la riqueza espiritual
que guardaba cada una de ellas. Su curiosidad por seguir aprendiendo cosas de
aquellos sabios la estimulaban a levantarse cada día.
A la tercera semana tenía previsto subir a las ruinas de la
Batería del monte Roldán. Aquel día, Silvana disfrutó mucho de la subida
haciendo senderismo. Se había levantado la niebla de la mañana, e inconscientemente
se vio disfrutando del camino, se fijaba en cada una de las plantas que veía y
se paraba a observar las aves. No sintió la prisa por llegar a la cima. Cuando
alcanzó el Mirador se sentó en unas rocas y no sabemos el tiempo que estuvo en
silencio formando parte del paisaje. El ejercicio había despertado en su
interior algunas hormonas llamadas de la felicidad. Algo en su cuerpo empezaba
a hablarle.
Como si alguien la estuviera llamando
se puso de nuevo en camino. Le quedaba un poco menos de la mitad para llegar a la
cima, casi 500 metros sobre el nivel del mar, ¡cuanto más alto, más plena se
sentía!
Merodeó por ahí para intentar
averiguar en cuál de todos los edificios viviría el mago. Atravesó el patio de
retaguardia y echó un vistazoencontrando varias estancias, y algunos pasillos estrechos y oscuros que
le recordaron un laberinto.
El mago apareció enseguida desde el
exterior del edificio y la saludó amablemente:
–Me imagino que estás buscándome.
–¡Buenos días, señor! –dijo la
muchacha–. He venido a visitarle. Necesito su ayuda.No sé cuál es la dirección que debo tomar
para lograr la felicidad. Me siento confusa entre pasillos estrechos que no sé
a dónde me llevan.
–Las sensaciones internas –dijo el sabio–, son la brújula que te harán elegir el camino
para realizarte en la vida. Si no las escuchas, jamás lo encontrarás. Tienes
que prestar más atención a esas señales. Ellas te ayudarán a elegir.
El mago siguió diciéndole:
–Todos tenemos un propósito en la
vida, una misión. La felicidad se encuentra en los momentos y en los lugares
más inesperados. Solemos tropezar con ella en las cosas que hacemos.
Aquella noche Silvana durmió
profundamente. Hacía tiempo que sus pensamientos no estaban tan quietos y una
serenidad la invadió.
Todavía le faltaba visitar su última
fortificación. Algo estaba cambiando en ella. Sus aventuras la habían
acostumbrado al placer de caminar y sentir el contacto con la tierra.
Disfrutaba cada vez más de sus paseos en solitario y del silencio de su mente. Subió al Monte de San Julián pero nadie salió a recibirla. Se quedó un rato
observando el paisaje, llenándose de esa ciudad que la vio nacer. Cuando
reaccionó, entró en las ruinas del castillo y al fondo, vio al mago medio dormido sentado en un viejo sillón. Era un anciano de cuerpo delgado, las arrugas
de su rostro le hicieron pensar en que podría ser centenario. Vestía ropas
normales y no había nada en su presencia física que le dijera que era un ser con
poderes. La muchacha se acercó sin hacer ruido:
–¿Quién está ahí? –dijo el anciano.
–Soy yo, Silvana, la hija del
comerciante. Perdone que le moleste, no era mi intención asustarle.
–¿Qué quieres de mí? –dijo el anciano.
La muchacha se acercó un poco más
para poder mirarlo de cerca y se quedó sorprendida al observar que el anciano
no veía.
–Perdone, no sabía que era usted
ciego.
–Son muchos años los que tengo ya.
Mis ojos se cansaron hace tiempo y mi cuerpo empieza a dar señales de que
necesita reposo. Pero dime, ¿qué puedo hacer por ti?
–Señor, llevo varias semanas
recorriendo las fortalezas y aprendiendo de los consejos que me dan los magos. Me
preguntaba qué tiene usted para mí.
–Acércate –dijo el mago.
La muchacha se acercó y dejó que el
anciano le cogiera las manos. El mago las utilizó para saber cómo era Silvana
por fuera, y ella para llegar al interior del anciano. El silencio llenó la
estancia y hubo una comunicación profunda entre ellos.
–Las personas están tan atentas de
mirar hacia fuera -dijo el mago-, que
pierden de vista lo que hay en su interior. La felicidad está en nosotros. Si
no encuentras en ti aquello que buscas, será muy difícil que lo encuentres
fuera. Busca en lo más profundo de tu ser: en tu espíritu. La felicidad es un
sendero interior que te lleva a laverdadera FORTALEZA.
Pasaron algunos meses y Silvana se dedicó
a cuidar sus flores. No solo usó su magia con aquel vagabundo sino que buscó
oportunidades para que otras personas creyeran que existía. Daba paseos diarios.
Subió Fajardo, Galeras, el monte de las Cenizas, y Despeñaperros explorando su
mundo interno… y en cada acción que realizaba escuchaba las señales de su corazón.
Al llegar la primavera su padre la
llamó:
–¡Silvana…! Hija mía, ha llegado el
día. Tus plantas han florecido. El jardín está precioso. Todo indica que estás
preparada para emprender tu viaje.
–Papá – contestó su hija–. Inicié mi viaje el día
que sentí que necesitaba hacerlo.
La hija abrazó a su padre y este
sintió una nueva fortaleza en ella.