CARTA A MI PRIMA HERMANA
En la madrugada del siete
de abril, poco antes del alba, se ha parado el reloj que marcaba el tiempo
concedido a mi querida prima. Con lágrimas contenidas en los ojos, a duras
penas puedo juntar unas palabras, entre borrones húmedos, para rendirle un
homenaje y reprimir mi dolor por su pérdida.
Al recibir la noticia he apagado
la luz de mi estancia y cerrado los ojos para luego mirar al cielo, pues mi
corazón me exigía verla partir, pretendía ver un astro fugaz en el lejano
universo.
Este trance inesperado la sorprendió realizando sus sueños viajeros
muy lejos del hogar, su Cartagena acogedora. Lo suyo fue un salto rápido al más
allá sin dramas previos ni avisos atenazadores. Por tanto, creo que no son
precisas demasiadas lágrimas, aunque no escondo mi profunda congoja, pues era
mi única prima hermana. Nos criamos todos juntos, mis hermanas y su hermano, que es el único primo del que disfruto,
pues tengo otros que no conozco. Hasta el día de hoy nos manteníamos cercanos en
lo cotidiano y también en el mismo vecindario, viendo crecer y progresar a
nuestras familias, me queda el pesar de que no pudiera disfrutar de mi segundo nieto
que es ahora un bebé, y por supuesto también el no haber tomado la última copa juntos, ¡otra VEZ será! prima.
Ha sido una vida algo
breve la suya muy estoica en sus finales. Sus sesenta años han trascurrido
apenas sin darme cuenta, como las cuatro estaciones de un año, llenos de
recuerdos para mí y para el resto de la familia, por eso nos deja ahora mucha
tristeza en nuestros corazones.
Desde aquí abajo ruego a
todos LOS SERES DE LUZ que le asistan en el largo camino de vuelta a casa. Sus
abuelos, Juan e Isabel han salido ya a su
encuentro para recibirla e indicarle el camino, para que nada tema, y ella,
como una mariposa que sale de su capullo, va tras ellos atraída por la
irresistible blancura de su luz. Durante su trascendental transformación ha
recordado quién es y hacia dónde se encamina, a su lejana estrella.
Allá donde
va la van a querer absolutamente como ella es y le seguirán dando amor
eternamente. Espero que mande algo de eso para este mundo en forma de una gran
sonrisa. Dentro de muchos años, reunidos todas las familias, espero pueda
reconocerme a pesar de mi rostro moldeado por el tiempo, aunque, ciertamente,
los ojos del alma todo lo reconocen.
Para mis queridísimos
padrinos, sus padres, y también para su marido, hijo y nuera, les hago llegar
un abrazo propio pero también de mis hermanas y mis padres, con el deseo de que
encuentren pronto consuelo y alivio a su dolor, procuraremos todos velar por
ellos. Tanto mi mujer como yo hemos encargado rogatorias a más de un centenar
de buenas almas que han intercedido por ti prima, pues una buena persona merece
el mejor de los acompañamientos y tú lo eres.
Pongo un sello celestial
a esta carta para que llegue a los confines del universo y puedas leerla donde
quiera que estés.
¡Hasta siempre prima, contigo
en el recuerdo!
Juan
Hidalgo Caballero. Abril de 2018.
Sección. El invitad@ de hoy:
Mi hermano.
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