Cierto día, un sabio visitó el infierno. Allí, vio a mucha
gente sentada en torno a una mesa ricamente servida. Estaba llena de alimentos, cual más apetitoso y exquisito. Sin embargo, todos los comensales tenían cara
de hambrientos y el gesto demacrado: Tenían que comer con palillos; pero no
podían, porque eran unos palillos tan largos como un remo. Por eso, por más que
estiraban su brazo, nunca conseguían llevarse nada a la boca.
Impresionado, el sabio salió del infierno y subió al cielo.
Con gran asombro, vio que también allí había una mesa llena de comensales y con
iguales manjares. En este caso, sin embargo, nadie tenía la cara desencajada;
todos los presentes lucían un semblante alegre; respiraban salud y bienestar
por los cuatro costados. Y es que, allí, en el cielo, cada cual se preocupaba
de alimentar con los largos palillos al que tenía enfrente.
...hoy, como está el mundo, más de uno se moriría de hambre!
ResponderEliminarMe ha encantado tu leyenda china Rosa, sin diferencias entre el cielo y el infierno,tan sólo en la actitud de los comensales, y es que nosotros mismos por nuestro egoísmo nos creamos nuestro propio infierno.
ResponderEliminarUn abrazo desde mi mar,