"La Cultura, la Educación, la Sanidad, las clases
altas, medias y bajas, expoliadas. Y el disparate
administrativo-político-autonómico, ni tocarlo. A ver si lo he entendido, señor
presidente… Hasta por morirme debo pagar un 21 %...
Señor presidente. ¿Para qué sirven 390 senadores (con la
brillantez media y la eficacia política media de un Iñaki Anasagasti, por
ejemplo)?
¿Para qué sirven 350 diputados y 54 eurodiputados? ¿Nos
apañaríamos peor de lo que estamos con la mitad? ¿Me lo dice en serio?
Subpregunta: si un concejal de Villacantos del Botijo, por
ejemplo, necesita contratar a 15 asesores... ¿Para qué puñetas sirve ese
concejal, aparte de para dar de comer a numerosos compadres y parientes?
¿Para qué sirven 1.206 parlamentarios autonómicos y 1.031
diputados provinciales? ¿Sabe usted lo que cobra toda esa gente? ¿Y lo que
come?
Ese tinglado regional, repartido en diecisiete chiringuitos
distintos, duplicados, nos cuesta al año 90.000 millones de euros. Con ahorrar
sólo la mitad... Eche usted cuentas, señor presidente. Que yo soy de Letras.
En vista de eso, ¿cómo es posible que el Gobierno de este
putiferio de sangüijuelas y sangüijuelos se la endiñe a las familias y no a
ellos? Que en vez de sangrar a esa chusma, se le endiñe a la Dependencia, a la
Sanidad, a la Educación, a la Cultura, al pequeño comercio? ¿A la gente que de
verdad lucha y trabaja, en vez de a esa casta golfa, desvergonzada y
manifiestamente incompetente? A ese negocio autonómico absurdo e insostenible,
del que tanta gentuza lleva viviendo holgadamente desde hace más de treinta
años. 17 parlamentos, 17 defensores del pueblo, embajadas propias, empresas,
instituciones.
Negocios casi privados (o sin casi) con dinero público. El
único consuelo es que a esa pandilla depredadora la hemos ido votando nosotros.
No somos inocentes.
Son proyección y criaturas nuestras. Treinta años
engordándolos con nuestras imbecilidad y abulia política. Cuando no con
complicidad ciudadana directa: Valencia, Andalucía... Con unos tribunales de
Justicia cuando no politizados o venales, a menudo lentos y abúlicos. El golfo,
impune. Y el ciudadano, indefenso. Esos políticos de todo signo (hasta
sindicalistas, rediós) puestos en cajas de ahorros para favorecer a partidos y
amiguetes. Impunes, todos.
Me creeré a un presidente de Gobierno, sea del color que
sea, cuando confiese públicamente que este Estado-disparate es insostenible.
Cuando alguien diga, señor presidente, mirándonos a los ojos, “voy a luchar por
un gran pacto de Estado con la oposición. Me voy a cargar esta barbaridad,
racionalizándola, reduciéndola, controlándola, adecuándola a lo real y
necesario. Voy a desmontarles el negocio a todos los que pueda. Y a los que no
pueda, a limitárselo al máximo. A lo imprescindible.
Aquí hay dos autonomías históricas que tendrán algo más de
cuartelillo, dentro de un orden. Y el resto, a mamarla a Parla. Y el que quiera
entrar en política para servir al pueblo, que se lo pague de su bolsillo”.
Pero dudo que haga eso, señor presidente. Es tan prisionero
de su propia chusma político-autonómica como el Psoe lo es de la suya. Ese
toque de jacobinismo es ya imposible.
Tiene gracia. No paran de hablar de soberanía respecto a
Europa quienes son incapaces de ejercerla en su propio país. Sobre sus
políticos. Dicho en corto, señor presidente: NO HAY COJONES. Seguirán pagándolo
los mismos, cada vez más, y seguirán disfrutándolo los de siempre. El negocio
autonómico beneficia a demasiada gente.
Usted, señor presidente, como la oposición si gobernara,
como cualquiera que lo haga en España, seguirá yendo a lo fácil. A cargar a una
población triturada, con cinco millones de parados, lo que no se atreven a
cargar sobre sus desvergonzados socios y compadres. Seguirá haciéndonos aun más
pobres, menos sanos, menos educados. Hasta el ocio para olvidarlo y la cultura
para soportarlo serán imposibles. Así que cuando lo pienso, a veces se me va la
olla y me veo deseando una intervención exterior. Que le vayan a frau Merkel
con derechos históricos, defensores del pueblo, inmersiones lingüísticas, embajadas
y golferías autonómicas. De tanto reírse, le dará un ataque de hipo. De hippen,
o como se diga allí.
Lo escribía el poeta Cavafis en “Esperando a los bárbaros”.
Quizá los bárbaros traigan una solución, después de todo. Para esto, que nos
invadan los bárbaros de una puta vez. Que todo se vaya al carajo y el Sentido
Común reconozca a los suyos. Si quedan. Recristo. Qué a gusto me he quedado
esta tarde, señor presidente".
"Yo sí llego a fin de mes. Pero hay demasiados que no
llegan".
"Mi único partido político fiable es una biblioteca.
Más gente debería votar por ellas".
"Pues fíjese que no creo que el problema sea de
demasiados funcionarios. Lo creo más bien de clientelismo bajo cuerda".
"Todos esos compadres y amiguetes pasándose créditos,
contratos y privilegios unos a otros al socaire del cargo o el escaño".
"No pretendo nada con esto, pero quedarse callado
teniendo voz para blasfemar sí es una vileza. Por los que no tienen".
"Sería más cómodo estar callado y vender novelas. Pero
entonces me daría mucha vergüenza cuando me preguntaran por qué me callo".
Declaraciones de Arturo Pérez Reverte ayer en su twitter.
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