Versión en vídeo y versión escrita.
La otra tarde, en La Guarida de Alicia en el País de las Maravillas celebramos nuestro No- cumpleaños y mientras observaba con cara de asombro al señor oruga tirado en su sofá y escuchaba el canto de los gatos flamencos, el sombrerero loco me pidió que le contara mi historia de Amor con Juan. Y como toda historia tiene dos almas le he pedido a èl que me ayude a escribirla desde el principio aunque son vagos algunos recuerdos que tenemos del pasado.
En tiempos muy remotos, los navegantes y marineros pasaban meses navegando por mares y océanos desconocidos. Desde la cofa del palo mayor el vigía nos divisaba sobrevolando el mar y éramos preludio de dicha y alegría para todos. No sólo indicábamos dónde había pesca abundante sino la proximidad de tierra firme. Llegar a una isla después de tanto tiempo en el mar siempre fue motivo de ilusión para cualquier marinero, por lo que mi presencia era celebrada en aquellos momentos difíciles en los que las fuerzas empezaban a flaquear.
Voy dando saltos en el tiempo pero el mar sigue conmigo. Barcos pesqueros que cada día se adentran en el mar. Chillar de gaviotas, venta de pescado en el puerto. Pescadores remendando sus redes al atardecer, olor a sal y a mar en las ropas. Los últimos rayos de Sol presagian la inminente oscuridad y recuerdo q tengo que buscar refugio rápidamente. Me duermo sobre una roca y me visita el sueño: "Todas las respuestas están en ti, escucha tu corazón". Estoy agotada, el sueño se desvanece y las voces se van silenciando en mi interior.
Las primeras radiaciones amarillas me sorprenden sobre la roca, pero sin saber cómo, me veo cruzando el cielo. Me siento libre y aunque soy sencilla en el vestir tengo unas alas grandes, que me permiten desplazarme por todas las tonalidades del azul. Estoy volando. Desde las alturas diría que no hay nadie ni nada allá abajo. El azul cielo se confunde con el garzo marino y veo las olas danzar al compás del viento, puedo andar sobre ellas y me abandono en un dulce abrazo q me mece. Me quedaría así eternamente. "Todas las respuestas están en ti, escucha tu corazón".
Veo personas que van y vienen. Me siento desorientada en la ciudad. Tengo hambre. Rebusco en los contenedores de basura algo que comer, un trozo de pan duro. Tanta gente me desconcierta, no me gustan las multitudes. Busco el tejado de una vieja nave para descansar y tomar los restos de comida que encontré. Me siento deprimida y triste, el cielo está gris y lleno de contaminación, sale de mí un grito desgarrador, un ruido estridente de mi garganta que evoca los acantilados y la fina arena de las playas. Mi nostalgia se repite en forma de graznidos repetitivos
y es en ese instante cuando apareció ella. Estaba allí, mirándome fijamente. Una mujer de mirada intuitiva y llena de Luz. Me observó durante un largo rato hasta que, por sorpresa para mí, me dirigió unos chillidos imitando mi idioma. No entendí nada de aquellos gritos pero su voz me devolvió la paz y la serenidad que había perdido desde que llegué a la ciudad. Fue mi primer contacto directo con un ser humano.
Vuelvo a estar sobrevolando las aguas mediterráneas, pero en esta ocasión no estoy sola, formo parte de una pequeña bandada de gaviotas y nos dirigimos a una playa del Sur de España. Llegamos al Pico del Águila casi al atardecer, después de un largo viaje. Se trata de una pequeña montaña localizada en una de las playas de Mazarrón cuya cima tiene la forma de pico de pájaro.
Nos asentamos todo el verano en esta cálida y tranquila zona y recuerdo la felicidad que me producía esa sensación de libertad en este mar abierto a la bahía.
Una tarde, antes de que el Sol se rindiera, mientras descansaba en lo alto del pico en uno de mis recodos favoritos, vi subir por las escaleras que llevan al mirador una mujer con un gorro blanco y un pareo negro. Vuelvo a sentir una emoción sin precedentes. Era ella de nuevo. Allí estaba con una cámara de fotos colgada al cuello. Buscaba distintos ángulos y sacaba fotos desde lo alto del mirador al pequeño acantilado que se eleva a pie de playa. Se oía el sonido de la cámara foto tras foto hasta que de repente sin saber cómo se percató de mi presencia. Se giró bruscamente y nos cruzamos las miradas como aquella vez en la ciudad. El objetivo de su cámara me enfocaba, presentí el girar del zoom. Me siento desnuda por un momento pero en vez de poner en acción su cámara, como si estuviéramos cara a cara escucho una voz que me dice: " Todas las respuestas están en tu interior. Escucha tu corazón". Me quedé sorprendido porque aquella voz y aquellas palabras eran las que una y otra vez se habían repetido en mis sueños. Y en ese instante fue cuando sentí que mi alma no tiene límites y que soy dueño de mi propia vida. Que todo es posible. Que tu mente lo piensa, tu corazón lo siente y tú lo creas. Había creado mi felicidad. Me enamoré de aquella mujer.
Amor, ¡qué bonito lo has contado!
Fue así como tú y yo nos conocimos. Así empezó nuestra historia de Amor. Una particular historia entre Juan y yo. Mi Juan Salvador Gaviota.
Rosa.
Relatos cortos: Escrito por Rosa Fernández Salamanca
Todos los derechos reservados.
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