Conocer la diferencia entre Pensamiento, sentimiento y emoción nos puede ser de mucha ayuda a la hora de observar nuestras reacciones y saber qué nos pasa en cada momento. Vamos a ver un análisis muy sencillo de los tres conceptos.
Emoción y sentimiento son conceptos que muchas veces utilizamos como sinónimos pero tienen matices muy diferentes. La emoción se caracteriza por una excitación repentina y a veces brusca, es una reacción afectiva y normalmente espontánea ante un estímulo externo. Las emociones pueden durar unos segundos o varias horas.
Por el contrario el sentimiento es el componente subjetivo y cognitivo de la emoción, es la etiqueta que la persona pone a la emoción que vive. El sentimiento es algo más duradero en el tiempo, más sosegado y sereno... y de una intensidad menor que la emoción.
Si cuando me mira la persona que me gusta noto un pellizco en el estómago y me ruborizo siento una emoción que se pone en funcionamiento ante el estímulo (persona que me gusta) y en seguida aparece una valoración subjetiva de esa emoción. La etiqueta que le ponemos a esa valoración se llama sentimiento y en este caso podría ser un sentimiento de alegría, de sorpresa, de satisfacción o de amor.
Podríamos decir que en el momento que somos conscientes de las sensaciones que nos producen los estímulos la emoción se vuelve sentimiento.
A veces las emociones pueden aparecer sin que existan esos estímulos externos y en ese caso ocurren porque las creamos nosotros mismos, son emociones voluntarias.
¿Por qué es importante saber que somos nosotros los que etiquetamos las emociones?
Es fácil darse cuenta entonces de que si nosotros tenemos la capacidad de decidir cómo nos sentimos en cada momento, deberíamos dar etiquetas positivas a nuestras emociones para mejorar nuestro estado de ánimo diario. No siempre que lloro es de pena sino que puedo estar contenta y morirme de risa o puedo emocionarme ante una escena de ternura o un gesto de amor. Según la conciencia que tomemos de nuestras propias emociones podemos acabar con el miedo, la ansiedad, la tristeza o el malhumor y no dejarnos vencer por ellos.
Los sentimientos se perpetúan por el estímulo incesante de la causa que los creó, es decir por una emoción que se repite ante el mismo estimulo, y en virtud de ese estímulo se arraigan en nuestro ser. Cuando el estímulo deja de presentarse la emoción va desapareciendo y al final el sentimiento languidece... pero si somos inteligentes podemos ante la insistencia del estímulo que nos perturba emocionalmente agregarle un significado distinto al que tiene para poder crear un sentimiento menos agresivo con nosotros mismos o que nos produzca menos daño.
Los pensamientos no tienen vida propia, somos nosotros quienes los creamos y les damos la oportunidad de ser según nuestra voluntad, aunque a veces lo hacemos inconscientemente, pero dependen del poder que nosotros les demos. La emoción es la energía que alimenta nuestros pensamientos.
Las tradiciones afirman que el hombre es capaz de vivir tan solo dos emociones primarias que se traducen en sentimientos de Amor o de Miedo.
El pensamiento está muy ligado con la imaginación. Para muchos científicos es una posibilidad sin la energía que le confiere la vida. Es la belleza del pensamiento puro, pero ante la ausencia de emoción no hay quien tenga el poder de dar vida al pensamiento.
Te pueden hablar del miedo o del amor pero si no lo has vivido, si no has sentido la emoción que te crean esos sentimiento te quedarás en una idea mental pura carente de vida. Por eso es el pensamiento sin emoción el que nos hace crear diferentes hipótesis, moldearlas y crear posibilidades sin riesgo vital.
El sentimiento sólo existe cuando se dan la emoción y el pensamiento... porque es una mezcla de los dos, así que, amigo Chema, por mucho que controles tu pensamiento, por mucho poder que tengas sobre él,
El pensamiento sólo es un componente de nuestra experiencia.