jueves, 7 de junio de 2018

El Principito y la amistad. Escrito por María Dolores Vilar Albaladejo y Rosa Fernández Salamanca.

Hola amig@s: hoy os quiero traer una pequeña historia dividida en dos partes. La primera parte está escrita por María Dolores Vilar Albaladejo y la segunda es mi respuesta a lo que ella me plantea. Seguimos con la temática de Cuentos para todas las edades. Remix de personajes y valores.


EL PRINCIPITO Y LA AMISTAD
                         Escrito por María Dolores Vilar Albaladejo. 
                                             Primera parte

El pequeño Principito se marchó de la fiesta de no cumpleaños sin despedirse del Sombrerero Loco. Pensativo, siguió su camino por el bosque prestando atención a todo. Llegó a un claro lleno de flores, se acercó a obsérvalas y maravillado vio que eran rosas blancas. Él nunca había visto rosas blancas, solo conocía rosas rojas. Miró a su alrededor y espantado vio como unos naipes pintaban las rosas de color rojo. Se acercó a un naipe y le pregunto:
- ¿Por qué convertís las rosas blancas en rojas? 


El naipe no se inmutó, andaba muy atareado pintando a toda velocidad. De repente llegó una liebre blanca con su reloj y exclamó:


-¡Deprisa, deprisa, se acerca la Reina de Corazones¡ ¡Pintad todas las rosas, no hay tiempo, si no termináis os cortará la cabeza¡

La liebre se dirigió al Principito. 


-Amigo, tráeme los guantes blancos, deprisa, no hay tiempo. 
El Principito le contestó:
- Yo no tengo ningún amigo, sólo una rosa y tres volcanes. ¿Qué es un amigo?


La libre no le contestó y siguió corriendo. Al Principito no se le puede dejar una pregunta sin contestar, salió corriendo detrás de la liebre gritando: ¿Qué es un amigo?.... 


En mitad de la carrera se cruzó una lenta oruga filósofa de dedos amarillos.


-¿Dónde vas tan corriendo pequeño? El Principito le contó que iba detrás de la liebre del reloj esperando que le respondiera a su pregunta.


- ¿Qué pregunta? 
- Un amigo….¿ Qué es un amigo?
- ¿Qué tipo de amigo? 
El Principito con su cara de asombro le preguntó:
- ¿Cuántos tipos de amigos hay? ¿Es como los tipos de amor?


La oruga filósofa empezó su disertación: 


-Hay amigos que son conocidos, hay amigos cercanos, lejanos, amigos espirituales, amigos físicos…
El Principito le interrumpió: -¿Que son los amigos espirituales? ¿Que son los amigos físicos? 
La oruga inhaló el humo de su cachimba preparándose para darle una respuesta…

Segunda parte: Escrita por Rosa Fernández Salamanca

¡Vaya!- dijo para sí, la oruga filosófica tocándose la barbilla. ¡Cómo voy a explicarle a este mocoso impertinente un concepto tan grande como la amistad!


Volvió a inhalar un poco de su cachimba milagrosa, miró al cielo como distraído y con una risita malvada comenzó su relato:
-Hace algunos años pasó por este mismo lugar un escritor Francés de nombre Antoine. Era un hombre culto y de gran sabiduría humana pero estaba un poco triste.
-¿Y por qué estaba triste? ¿Y qué tiene que ver eso con la amistad?
-Pequeño impertinente- dijo en voz baja. Los niños deben escuchar cuando las orugas filosóficas hablamos. 
Antoine era un reconocido piloto, pionero de la aviación moderna, y tuvo varios accidentes durante sus años de vuelo, uno de ellos en el desierto del Sahara. No tuvo hijos con su mujer y eso lo sumió en una gran tristeza porque no podía transmitir su sabiduría a sus descendientes.


Entonces, esta humilde oruga le propuso: -¿por qué no dejas la aviación y te conviertes en escritor? Podrías inventar en tus libros un niño al que le cedieras toda tu sabiduría. -Haré algo mejor- me dijo Antoine. Crearé un personaje lleno de curiosidad y tendrá que buscar todas las respuestas viajando por el Universo. Y después de fumarnos juntos unas cachimbas y hablar de asuntos de personas grandes desapareció. Nunca más volví a verle.

-Ohhhh! ¡Qué pena! 


-Bueno, pero no perdamos el tiempo con añoranzas del pasado y vamos a centrarnos en el tema que es la amistad:


Érase una vez un príncipe sin princesa que vivía en un planeta enano. No había más príncipes con quien jugar y solo se relacionaba con alguna que otra planta.


-Esa historia es parecida a la mía, señor oruga -dijo el Principito.
-No me interrumpas, niño.


Un día el príncipe sintió en su interior una llamada que le decía que en alguna parte de ese descomunal universo debían existir personas como él. Las plantas con las que se relacionaba no podían colmar su curiosidad innata ni tampoco llenaban la soledad de sus puestas de sol. Por fin, una noche decidió hacer su maleta y lanzarse al espacio en busca de otras personas. Dentro de ella metió la curiosidad que es lo único de valor que tenía consigo. A los pocos días de viaje llegó a un planeta que era cien millones de veces más grande que el suyo y se quedó desconcertado al ver que estaba lleno de personas por todas partes. Estaba asustado ante tanta confusión, la gente andaba muy rápido y apenas lo veían debido a su escasa estatura. Parecían grandes robots mecanizados, no tenían tiempo de hablar con nadie, ni mucho menos con un extraño niño de 6 años.
- ¡Anda…ese príncipe tenía la misma edad que yo!


- Te he dicho que no me interrumpas –le contestó la oruga. Si me sigues interrumpiendo no vas a comprender nada.
Allí no encontró a nadie que pudiera ser su amigo. ¿Entiendes, Principito?


- Sí, Señor oruga. Para tener amigos hay que tener tiempo para compartir con otras personas y no podemos ser herméticos como los robots sino que debemos abrirnos para que los demás puedan entrar en nosotros.


- ¡Y yo que pensaba que un Principito como tú no entendería nada! Te he juzgado mal. 
-Y ¿qué pasó entonces, señor oruga?


-El joven se marchó a toda prisa de ese lugar y cayó de cabeza en otro planeta que se encontraba a treinta años luz del anterior. Era un sitio tranquilo y campestre lleno de príncipes rubios que jugaban en el prado. Los príncipes al verlo lo ayudaron a levantarse del suelo y le curaron una pequeña herida que llevaba en la frente. Después le dieron a probar un batido de fresa que estaban tomando y en menos de cinco minutos todos reían a carcajadas, gastaban bromas y gritaban tonterías mientras disfrutaban dando volteretas como croquetas, trepando a las ramas de los árboles más altos y buscando escarabajos bajo las piedras. Al atardecer estaban muy cansados pero llenos de felicidad.
-Ya entiendo…los amigos hacen que vivamos la vida más intensamente, nos curan, comparten sus meriendas, nos hacen reír a carcajadas, y cuando llega la puesta de sol nos sentimos profundamente felices a su lado. ¿Es así?


-Tú lo has dicho Principito. No necesito explicarte las cosas. Eres un niño muy inteligente. Le pareces a tu padre.


-Yo no tengo padre, señor oruga. Yo vivo en un planeta tan pequeño como una caja de cerillas y allí no hay personas. Solo tengo un rosa y cuido de unos cuantos baobabs.
- Pues como te iba contando…el joven príncipe, convencido de haber encontrado la amistad quiso volver a su casa contento porque había descubierto la respuesta a su curiosidad, pero al poner rumbo a su planeta se equivocó en los cálculos y cayó cerca de un lago de aguas cristalinas.



Era un planeta precioso, con unos giralunas enormes de blancos pétalos y unas puestas espectaculares de Luna. Las margaritas estaban por todas partes y las amapolas danzaban al ritmo del viento mientras las aves dormidas guardaban sus trinos para los primeros momentos del amanecer. Jamás había visto tanta belleza- pensó el niño al ver el paisaje. Sin embargo, algo le llamó la atención. No sabía muy bien lo que era pero una nostalgia invadió su corazón. En ese instante bautizó a aquel lugar como el PLANETA DEL SILENCIO. El niño se tumbó en el campo de giralunas y quedó oculto por las flores escuchando el mensaje que tenía para él aquel silencio.
¿No dices nada ahora Principito? Te has quedado como el príncipe curioso de mi historia.
El Principito, sentado junto a la oruga filosófica, mantuvo el silencio durante tres largas horas. Y Al final dijo:
-Ahora lo entiendo todo. Ese príncipe de tu historia soy yo. Yo soy ese niño curioso del que hablas que necesita saberlo todo, y tú me has ayudado a saber quién soy viendo mi propio reflejo en tu espejo. Hemos compartido el mismo silencio. Ahora sé que tengo un verdadero amigo en ti.


Cuento corto escrito por Rosa Fernández Salamanca
Reservados todos los derechos de autor

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