lunes, 25 de junio de 2018

La oruga de los dedos amarillos y el amor. Relato escrito por Rosa Fernández Salamanca


El sombrerero loco llena mi cuarto de preguntas que deja tiradas por el suelo para que yo las recoja, creo que en la cabeza no lleva un sombrero sino una boa tragándose un elefante.

¡Cuánto trabajo le das a la mente para ser un sombrerero loco! La respuesta es fácil. El amor es un sentimiento íntimo y cada loco lo vive a su manera. ¿Cómo yo siendo una niña voy a conocer todos los tipos de amor que existen? Sería una niña pedante y soberbia si por un momento creyera tener en mis manos tantas respuestas. Las respuestas pertenecen al mundo de las ideas, al mundo de Platón, que ya en sus Diálogos exploró cada rincón del alma humana. Yo solo soy una niña llamada Alicia, que vivo en el País de las Maravillas, entre la niñez y la edad adulta, entre la inocencia y la madurez. Platón me enseñó a tomar decisiones en mi vida, a hacer realidad mis sueños, gestionar mi tiempo y disfrutar de las amistades de por vida.


Hace muchos años, una oruga filósofo con los dedos amarillos de tanta nicotina, me retó a realizar un alegato muy difícil para mi corta edad. Me llevó a la famosa Biblioteca Hogwarts, de Harry Potter, y me concedió el tiempo necesario para presentar mi discurso. Estaba muy nerviosa cuando abrí un pequeño sobre azul y lacrado que decía: “Eros y Platón”. Todavía hoy día estoy añadiendo respuestas hipotéticas y posibles argumentos.
La oruga filosófica me metió sin darme cuenta en un camino empedrado de adoquines dorados interminable, donde cada día de mi vida tendría que buscar soluciones y ni siquiera sé si conocer al Mago de Oz me ayudaría.
No podía copiar a pesar de tener miles de volúmenes de libros delante, se trataba de implicarme personalmente en la respuesta.


Actualmente la mayoría de las personas no consideran el amor como una asignatura pendiente, piensan que lo saben todo sobre él o que no hay nada misterioso que saber, lo viven como un sentimiento espontáneo que surge por casualidad, sienten un enamoramiento, un deseo sexual, et voilà.
Pero la historia real que pocos conocen es que todas las noches cuando nos vence el sueño paseamos por un precioso campo de amapolas y no podemos despertar hasta que el mar que llevamos dentro, el Amor, nos toca suavemente y despertamos del hechizo.
Yo creo que la pregunta clave que deberías hacerte a ti mismo, Sombrero loco, sería: ¿cómo aprender a amar? Solo las personas que no pueden bajar del techo de tanto reír, las que se tiran de cabeza por el túnel y atraviesan los espejos, las que se encuentran en el desierto con un príncipe impecablemente vestido, pueden dilatar sus pupilas ante el Amor.
Si quieres la opinión de Alicia más de un siglo después de su aparición, es que el Amor por el que me preguntas no tiene nada que ver con el enamoramiento. Bella entiende, al igual que yo, que la Belleza es única y ama a todos los personajes con los que se encuentra de la misma manera a pesar de su aspecto de Bestia. Todos somos UNO. Da igual si tomas de la pócima o si muerdes la galleta, la puerta te llevará al mismo camino y solo tus lágrimas te harán salir a flote y acceder al otro lado de la puerta. Tenemos que darnos cuenta de que la Belleza que hay en un cuerpo, es la misma que la que hay en otro, somos iguales, compartimos una misma unidad. El Amor no tiene nada que ver con el enamoramiento ni el deseo sexual. El Amor por el que me preguntas es elevado y noble. Busca dar más que recibir. El pirata ama a la gaviota como la gaviota ama el Mar.
El Amor necesita tiempo, necesita que las hormonas se equilibren y que las mariposas reposen en el estómago, es un estado de consolidación con un compromiso de unir dos vidas y dos cuerpos. Y luego hay otro Amor que es el que está escrito en las leyes físicas del Universo, este Amor une las gotas de agua formando mares y océanos..
Conozco una canción que nos cuenta el mundo del revés; donde existen lobos buenos maltratados por ovejas, piratas honrados y brujas hermosas.
Donde antes estaba Alicia, ahora está El sombrerero loco aburrido bajo un árbol leyendo un libro muy extenso de leyes sin dibujos.


Escrito por Rosa Fernández Salamanca
Reservados todos los derechos de autor

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