Las personas con trastorno de pánico experimentan sentimientos de terror que se producen de repente y sin aviso. No pueden predecir cuando ocurrirá y muchas desarrollan una ansiedad intensa entre los episodios, al temer cuándo y dónde se producirá el siguiente.
Esto precisamente fue lo que me pasó a mí. Nunca había sentido ansiedad, ni sabía lo que era hasta que un día ésta apareció en forma de pequeño ataque de pánico en un puesto de Hippyes.
Lo pasé fatal, no sabía lo que me ocurría; tenía mucho calor, empecé a sudar, no fijaba la mirada porque tenía las pupilas dilatadas (ahora sé el porqué) y me sentía mareada, con sensación de vértigo. Así fue cómo de pronto empecé a sentir miedo, miedo a volver a sentir el miedo que sentí en ese momento. ES MIEDO AL MIEDO.
Hay comentarios de personas que afirman:
"Empezó hace 10 años justo después de obtener mi título universitario e iniciar un nuevo trabajo. Estaba asistiendo a un seminario comercial en un hotel y esa cosa apareció de repente. Me sentí morir".
“Para mí, un ataque de pánico es una experiencia muy violenta. Me siento como apartada de la realidad. Como si fuera a perder el control de una forma muy extrema. Mi corazón late con mucha fuerza y no puedo respirar con facilidad, también se apodera de mi un sentimiento de que algo terrible va a pasarme".
“Entre ataque y ataque aparece el miedo y la ansiedad de que pueda sucederme de nuevo. Temo ir a los lugares donde me ha sobrevenido el ataque. A menos de que pueda conseguir ayuda, pronto no habrá lugar donde me pueda sentir segura”.
Si experimentas un ataque de pánico, muy probablemente tu corazón latirá con fuerza y te puedes sentir débil, mareado o con la visión borrosa. Las manos pueden experimentar hormigueo o sentirlas entumecidas, así como experimentar excesivo calor o frío. También puedes sentir nauseas, dolor en el pecho o sensación de ahogo, sentido de irrealidad o miedo, de muerte inminente o pérdida de control. Es posible que creas que estás teniendo un ataque cardíaco, te estás volviendo loco o que te hallas al borde de la muerte.
Los ataques de pánico pueden ocurrir en cualquier momento, incluso durante el sueño. Yo me despertaba de noche con un malestar increíble, con náuseas, empapada en sudor, mareada y con los latidos a mil. Me asustaba muchísimo sobre todo hasta que supe que eran pequeños ataques de pánico y tardaba un buen rato en serenarme. Recuerdo que un día al despertarme tan bruscamente pensé que me estaba muriendo y que si no hubiera sido porque me desperté no me habría enterado. Ja, ja, ahora me río, pero es horrible cuando no sabes lo que hacer , cómo actuar ni qué te ocurre. Suele llegar a su cumbre en 10 minutos, aunque algunos síntomas pueden durar mucho más.
Los trastornos de pánico afectan a un 2,5% de la población, es dos veces más común entre las mujeres que entre los hombres. Suele aparecer después de la adolescencia o temprana madurez. El riesgo de padecer ataques de pánico parece provenir de factores hereditarios. No todo aquel que experimenta ataques de pánico desarrollará un trastorno de pánico –por ejemplo, muchas personas tienen un ataque de pánico pero nunca experimenta otro-. Para aquellas personas que tienen un trastorno de pánico, sin embargo, es importante la búsqueda de tratamiento; de lo contrario, el trastorno puede llegar a ser altamente limitante.
Muchas personas con trastorno de pánico suelen efectuar repetidas visitas a las salas de urgencias de los hospitales o consultar con varios doctores antes de obtener un diagnóstico adecuado y pueden pasarse años sin saber que padecen una enfermedad real y con tratamiento. Por supuesto yo también visité a un montón de especialistas; oftalmólogo, otorrino, y neurólogo... y todos decían que estaba perfecta, que no me pasaba nada.
Los trastorno de pánico pueden ir acompañados de otros trastornos como depresión, abuso de drogas o alcoholismo y puede conducir a patrones de evitación o lugares o situaciones donde ocurrieron los ataques de pánico. Por ejemplo, si el ataque de pánico se produjo en un ascensor, es posible que se desarrolle un miedo a los ascensores. No es bueno evitar las situaciones temidas porque esto provoca un agravamiento del problema y limita nuestra vida cotidiana.
La vida de algunas personas se ven limitadas en actividades tan normales como las compras diarias o conducir nuestro coche. En algunos casos se encierran en sus casas o solamente se atreven a afrontar las situaciones temidas si van acompañados por sus parejas o alguna otra persona en quien confíen. Esto también lo he vivido yo en primera persona. Empecé a utilizar personas que me servían de apoyo para poder ir a ciertos sitios, evitaba cualquier situación en la que me pudiera sentir sin ayuda si se produjera un ataque de pánico. Cuando la vida de las personas se ve limitada de esta forma, como suele suceder en un tercio de los afectados por un trastorno de pánico, se denomina agorafobia. La prontitud en el tratamiento puede a menudo prevenir la agorafobia.
El trastorno de pánico es uno de los trastornos de ansiedad más fácilmente tratables, respondiendo en la mayoría de los casos a una terapia adecuada.
Esto precisamente fue lo que me pasó a mí. Nunca había sentido ansiedad, ni sabía lo que era hasta que un día ésta apareció en forma de pequeño ataque de pánico en un puesto de Hippyes.
Lo pasé fatal, no sabía lo que me ocurría; tenía mucho calor, empecé a sudar, no fijaba la mirada porque tenía las pupilas dilatadas (ahora sé el porqué) y me sentía mareada, con sensación de vértigo. Así fue cómo de pronto empecé a sentir miedo, miedo a volver a sentir el miedo que sentí en ese momento. ES MIEDO AL MIEDO.
Hay comentarios de personas que afirman:
"Empezó hace 10 años justo después de obtener mi título universitario e iniciar un nuevo trabajo. Estaba asistiendo a un seminario comercial en un hotel y esa cosa apareció de repente. Me sentí morir".
“Para mí, un ataque de pánico es una experiencia muy violenta. Me siento como apartada de la realidad. Como si fuera a perder el control de una forma muy extrema. Mi corazón late con mucha fuerza y no puedo respirar con facilidad, también se apodera de mi un sentimiento de que algo terrible va a pasarme".
“Entre ataque y ataque aparece el miedo y la ansiedad de que pueda sucederme de nuevo. Temo ir a los lugares donde me ha sobrevenido el ataque. A menos de que pueda conseguir ayuda, pronto no habrá lugar donde me pueda sentir segura”.
Si experimentas un ataque de pánico, muy probablemente tu corazón latirá con fuerza y te puedes sentir débil, mareado o con la visión borrosa. Las manos pueden experimentar hormigueo o sentirlas entumecidas, así como experimentar excesivo calor o frío. También puedes sentir nauseas, dolor en el pecho o sensación de ahogo, sentido de irrealidad o miedo, de muerte inminente o pérdida de control. Es posible que creas que estás teniendo un ataque cardíaco, te estás volviendo loco o que te hallas al borde de la muerte.
Los ataques de pánico pueden ocurrir en cualquier momento, incluso durante el sueño. Yo me despertaba de noche con un malestar increíble, con náuseas, empapada en sudor, mareada y con los latidos a mil. Me asustaba muchísimo sobre todo hasta que supe que eran pequeños ataques de pánico y tardaba un buen rato en serenarme. Recuerdo que un día al despertarme tan bruscamente pensé que me estaba muriendo y que si no hubiera sido porque me desperté no me habría enterado. Ja, ja, ahora me río, pero es horrible cuando no sabes lo que hacer , cómo actuar ni qué te ocurre. Suele llegar a su cumbre en 10 minutos, aunque algunos síntomas pueden durar mucho más.
Los trastornos de pánico afectan a un 2,5% de la población, es dos veces más común entre las mujeres que entre los hombres. Suele aparecer después de la adolescencia o temprana madurez. El riesgo de padecer ataques de pánico parece provenir de factores hereditarios. No todo aquel que experimenta ataques de pánico desarrollará un trastorno de pánico –por ejemplo, muchas personas tienen un ataque de pánico pero nunca experimenta otro-. Para aquellas personas que tienen un trastorno de pánico, sin embargo, es importante la búsqueda de tratamiento; de lo contrario, el trastorno puede llegar a ser altamente limitante.
Muchas personas con trastorno de pánico suelen efectuar repetidas visitas a las salas de urgencias de los hospitales o consultar con varios doctores antes de obtener un diagnóstico adecuado y pueden pasarse años sin saber que padecen una enfermedad real y con tratamiento. Por supuesto yo también visité a un montón de especialistas; oftalmólogo, otorrino, y neurólogo... y todos decían que estaba perfecta, que no me pasaba nada.
Los trastorno de pánico pueden ir acompañados de otros trastornos como depresión, abuso de drogas o alcoholismo y puede conducir a patrones de evitación o lugares o situaciones donde ocurrieron los ataques de pánico. Por ejemplo, si el ataque de pánico se produjo en un ascensor, es posible que se desarrolle un miedo a los ascensores. No es bueno evitar las situaciones temidas porque esto provoca un agravamiento del problema y limita nuestra vida cotidiana.
La vida de algunas personas se ven limitadas en actividades tan normales como las compras diarias o conducir nuestro coche. En algunos casos se encierran en sus casas o solamente se atreven a afrontar las situaciones temidas si van acompañados por sus parejas o alguna otra persona en quien confíen. Esto también lo he vivido yo en primera persona. Empecé a utilizar personas que me servían de apoyo para poder ir a ciertos sitios, evitaba cualquier situación en la que me pudiera sentir sin ayuda si se produjera un ataque de pánico. Cuando la vida de las personas se ve limitada de esta forma, como suele suceder en un tercio de los afectados por un trastorno de pánico, se denomina agorafobia. La prontitud en el tratamiento puede a menudo prevenir la agorafobia.
El trastorno de pánico es uno de los trastornos de ansiedad más fácilmente tratables, respondiendo en la mayoría de los casos a una terapia adecuada.
La característica esencial de este trastorno es la presencia de crisis recurrentes de ansiedad grave (pánico) no limitadas a ninguna situación o conjunto de circunstancias particulares. Son por tanto imprevisibles. Como en otros trastornos de ansiedad, los síntomas predominantes varían de un caso a otro, pero es frecuente la aparición repentina de palpitaciones, dolor precordial, sensación de asfixia, mareo o vértigo y sensación de irrealidad (despersonalización o desrealización). Casi constantemente hay un temor secundario a morirse, a perder el control o a enloquecer. En mi caso, yo nunca pensé que me iba a dar un ataque al corazón ni que me estaba volviendo loca, simplemente me sentía mal. Tanto la frecuencia como el curso del trastorno, que predomina en mujeres, son bastante variables. A menudo el miedo y los síntomas vegetativos del ataque van creciendo de tal manera que los que los padecen terminan por salir, escapar, de donde se encuentran. Si esto tiene lugar en una situación concreta, por ejemplo, en un autobús o en una multitud, el enfermo puede en el futuro tratar de evitar esa situación. Del mismo modo, frecuentes e imprevisibles ataques de pánico llevan a tener miedo a estar sólo o a ir a sitios públicos. Un ataque de pánico a menudo se sigue de un miedo persistente a tener otro ataque de pánico.
Hay que saber que un trastorno de pánico solo es tal en ausencia de fobias concretas. Es decir cuando no hay nada en concreto que te produzca el miedo sino que éste es imprevisible.
Puedes seguir todos los artículos relacionados con este tema en la página de La ansiedad
Hay que saber que un trastorno de pánico solo es tal en ausencia de fobias concretas. Es decir cuando no hay nada en concreto que te produzca el miedo sino que éste es imprevisible.
Puedes seguir todos los artículos relacionados con este tema en la página de La ansiedad