domingo, 24 de junio de 2018

El hermano. Relato escrito por María Dolores Vilar Albaladejo.

El hermano

Hace unos meses conocí a Amijai, era la tarde del Iom Kippur (día del Perdón), estaba dando un paseo por las calles de la vieja Jerusalén, vi a un joven desplomarse, pegó con la cabeza en el suelo empedrado. Salí corriendo hacia él, tenía una brecha en la parte anterior de la cabeza de donde salía sangre a borbotones, me quité la camisa haciendo un vendaje improvisado, el joven estaba inconsciente.
Despierta, abre los ojos ...No me di cuenta que le hablaba en mi idioma, en ese momento perdí mi ubicación, estaba desorientado, solo quería ayudarle. Rápidamente una multitud nos rodeó, un rabino llamó a los servicios de urgencia. La espera se hizo eterna, llegó la ambulancia, me preguntaron si era familiar suyo contesté afirmando con la cabeza  sin pensar, mi tez morena no les hizo dudar y subí a la ambulancia con ellos.
Nos dirigimos al  Makassed Hospital, era el hospital más cercano a la vieja ciudad. En la ambulancia le midieron las constantes vitales, eran normales pero les preocupaba que no despertara. En diez minutos llegaríamos al hospital. Me iban explicando las pruebas médicas que le iban a realizar, intentaba entender lo que me decían, hablaba hebreo, pero me faltaba mucho por aprender. A un erudito en ciencias de la religión como yo, estudioso de los manuscritos del mar muerto, me costaba entender la palabra encefalograma, pulso constante...
Ahí estaba haciéndome pasar por un familiar de este Joven del que no conocía su nombre.
Me di cuenta que tenía sus pertenencias en mis manos, abrí la cartera, su nombre Amijai Fürst, quizás era descendiente de algún judío Alemán que consiguió escapar del Holocausto Nazi. En ese momento Amijai despertó preguntando donde estaba.
-Tranquilo, soy David, te has dado un golpe en la cabeza y has estado unos minutos sin conocimiento, estamos llegando al hospital.
Una vez en el hospital, llamé al padre de Amijai y le conté lo sucedido. Su hijo estaba bien, le estaban haciendo unas pruebas para asegurarse de que no existía ninguna lesión interna. Había sufrido una bajada de tensión y el golpe en la cabeza le había dejado inconsciente. Saulo me pidió que me quedara hasta que llegara. No tardaría mucho, vivían en Nahalat Shiv'a, el tercer barrio fundado fuera de la vieja ciudad.
Me encontraba en la sala de espera cuando Saulo llegó, se acercó a mí, no reparó en mi mano preparada para estrechársela y me besó, es costumbre en los hombres judíos besarse en la mejilla, sus palabras eran de agradecimiento, me invitó a pasar el Shabat en su casa, como muestra de gratitud.

Al atardecer me dirigía hacia la casa de Amijai, viven cerca de la calle Yoel Moshe Solomon, me gusta pasar por esta calle, está llena de paraguas abiertos de colores, parecen que están suspendidos en el aire, le da un aire divertido al barrio y protegen del sol y el calor a los transeúntes. El barrio está formado por casas de piedra transformadas en cafeterías, restaurantes, pubs, galerías de artes y tiendas artesanales. Anduve hasta llegar a un edificio de cuatro pisos.
-Debe ser aquí- me dije.
Me abrió la puerta la madre de Amijai, una mujer atractiva de mediana edad, me invitó a pasar. Saulo apareció sonriente y me presentó a su mujer, Dana.
Pasamos al salón, allí estaba Amijai. Habíamos hablado por teléfono en un par de ocasiones, era la primera vez que nos veíamos desde que lo dejé en el hospital, se acercó a mí  besándome en la mejilla y me abrazó agradeciéndome una vez más lo que había hecho por él.

El shabat comienza el viernes por la noche, dieciocho minutos antes de la puesta del sol. Dana encendió las dos  velas situadas encima de la mesa invitando a entrar a su hogar la paz y la luz espiritual. Nos situamos en torno a la mesa, sobre ella el  jalá cubierto por un paño. Saulo tomó entre sus manos una copa de plata con racimos de uva tallados, realizó el Kidush,  repartió el vino en tres vasos pequeños de plata tallados como la copa, fuimos pasándonos los vasos y bebimos. Nos sentamos a cenar, hablamos sobre su familia, su cultura, compartimos el  jalá mientras hablábamos de mi país, mis costumbres, mi religión.


He quedado con Amijai para comer y conversar sobre la Torá, aunque la conozco, conocerla de manos de un judío en la actualidad, me lleva a entender las costumbres y su religión con una mente más abierta. Mientras transito por las calles de Jerusalén veo a los niños jugando al fútbol, musulmanes, cristianos y judíos juegan, ríen, corren disfrutando de su partidillo. A una mujer tapada con su burka se le caen unos tomates de su bolsa y empiezan a rodar, una joven con sus vaqueros rotos y sus auriculares puestos, se agacha a recogerlos. En la esquina un rabino habla con un hombre de su misma edad, parece un turista. Sin darme cuenta me encuentro ante el Muro de las lamentaciones.
Miro como los cristianos y  hermanos de otras religiones introducen sus peticiones entre las grietas del muro, esperanzados en que se vean cumplidas. Para los judíos, es el lugar más Sagrado, para ellos simboliza la unión del pueblo Judío con Dios. Pensar que millones de personas de distintas religiones han pasado por este lugar durante siglos, me hace pensar que existe un Dios, una energía Universal mayor de lo que somos capaces de entender.
Me acerco por primera vez desde que estoy en Jerusalén para orar. Ante el muro, fijando la vista en sus piedras, doy gracias a Dios por haberme regalado una nueva familia,  un amigo, mi hermano.

                                  Autora: María Dolores Vilar Albaladejo

                                               
                                                 Derechos de autor reservados.

jueves, 7 de junio de 2018

El Principito y la amistad. Escrito por María Dolores Vilar Albaladejo y Rosa Fernández Salamanca.

Hola amig@s: hoy os quiero traer una pequeña historia dividida en dos partes. La primera parte está escrita por María Dolores Vilar Albaladejo y la segunda es mi respuesta a lo que ella me plantea. Seguimos con la temática de Cuentos para todas las edades. Remix de personajes y valores.


EL PRINCIPITO Y LA AMISTAD
                         Escrito por María Dolores Vilar Albaladejo. 
                                             Primera parte

El pequeño Principito se marchó de la fiesta de no cumpleaños sin despedirse del Sombrerero Loco. Pensativo, siguió su camino por el bosque prestando atención a todo. Llegó a un claro lleno de flores, se acercó a obsérvalas y maravillado vio que eran rosas blancas. Él nunca había visto rosas blancas, solo conocía rosas rojas. Miró a su alrededor y espantado vio como unos naipes pintaban las rosas de color rojo. Se acercó a un naipe y le pregunto:
- ¿Por qué convertís las rosas blancas en rojas? 


El naipe no se inmutó, andaba muy atareado pintando a toda velocidad. De repente llegó una liebre blanca con su reloj y exclamó:


-¡Deprisa, deprisa, se acerca la Reina de Corazones¡ ¡Pintad todas las rosas, no hay tiempo, si no termináis os cortará la cabeza¡

La liebre se dirigió al Principito. 


-Amigo, tráeme los guantes blancos, deprisa, no hay tiempo. 
El Principito le contestó:
- Yo no tengo ningún amigo, sólo una rosa y tres volcanes. ¿Qué es un amigo?


La libre no le contestó y siguió corriendo. Al Principito no se le puede dejar una pregunta sin contestar, salió corriendo detrás de la liebre gritando: ¿Qué es un amigo?.... 


En mitad de la carrera se cruzó una lenta oruga filósofa de dedos amarillos.


-¿Dónde vas tan corriendo pequeño? El Principito le contó que iba detrás de la liebre del reloj esperando que le respondiera a su pregunta.


- ¿Qué pregunta? 
- Un amigo….¿ Qué es un amigo?
- ¿Qué tipo de amigo? 
El Principito con su cara de asombro le preguntó:
- ¿Cuántos tipos de amigos hay? ¿Es como los tipos de amor?


La oruga filósofa empezó su disertación: 


-Hay amigos que son conocidos, hay amigos cercanos, lejanos, amigos espirituales, amigos físicos…
El Principito le interrumpió: -¿Que son los amigos espirituales? ¿Que son los amigos físicos? 
La oruga inhaló el humo de su cachimba preparándose para darle una respuesta…

Segunda parte: Escrita por Rosa Fernández Salamanca

¡Vaya!- dijo para sí, la oruga filosófica tocándose la barbilla. ¡Cómo voy a explicarle a este mocoso impertinente un concepto tan grande como la amistad!


Volvió a inhalar un poco de su cachimba milagrosa, miró al cielo como distraído y con una risita malvada comenzó su relato:
-Hace algunos años pasó por este mismo lugar un escritor Francés de nombre Antoine. Era un hombre culto y de gran sabiduría humana pero estaba un poco triste.
-¿Y por qué estaba triste? ¿Y qué tiene que ver eso con la amistad?
-Pequeño impertinente- dijo en voz baja. Los niños deben escuchar cuando las orugas filosóficas hablamos. 
Antoine era un reconocido piloto, pionero de la aviación moderna, y tuvo varios accidentes durante sus años de vuelo, uno de ellos en el desierto del Sahara. No tuvo hijos con su mujer y eso lo sumió en una gran tristeza porque no podía transmitir su sabiduría a sus descendientes.


Entonces, esta humilde oruga le propuso: -¿por qué no dejas la aviación y te conviertes en escritor? Podrías inventar en tus libros un niño al que le cedieras toda tu sabiduría. -Haré algo mejor- me dijo Antoine. Crearé un personaje lleno de curiosidad y tendrá que buscar todas las respuestas viajando por el Universo. Y después de fumarnos juntos unas cachimbas y hablar de asuntos de personas grandes desapareció. Nunca más volví a verle.

-Ohhhh! ¡Qué pena! 


-Bueno, pero no perdamos el tiempo con añoranzas del pasado y vamos a centrarnos en el tema que es la amistad:


Érase una vez un príncipe sin princesa que vivía en un planeta enano. No había más príncipes con quien jugar y solo se relacionaba con alguna que otra planta.


-Esa historia es parecida a la mía, señor oruga -dijo el Principito.
-No me interrumpas, niño.


Un día el príncipe sintió en su interior una llamada que le decía que en alguna parte de ese descomunal universo debían existir personas como él. Las plantas con las que se relacionaba no podían colmar su curiosidad innata ni tampoco llenaban la soledad de sus puestas de sol. Por fin, una noche decidió hacer su maleta y lanzarse al espacio en busca de otras personas. Dentro de ella metió la curiosidad que es lo único de valor que tenía consigo. A los pocos días de viaje llegó a un planeta que era cien millones de veces más grande que el suyo y se quedó desconcertado al ver que estaba lleno de personas por todas partes. Estaba asustado ante tanta confusión, la gente andaba muy rápido y apenas lo veían debido a su escasa estatura. Parecían grandes robots mecanizados, no tenían tiempo de hablar con nadie, ni mucho menos con un extraño niño de 6 años.
- ¡Anda…ese príncipe tenía la misma edad que yo!


- Te he dicho que no me interrumpas –le contestó la oruga. Si me sigues interrumpiendo no vas a comprender nada.
Allí no encontró a nadie que pudiera ser su amigo. ¿Entiendes, Principito?


- Sí, Señor oruga. Para tener amigos hay que tener tiempo para compartir con otras personas y no podemos ser herméticos como los robots sino que debemos abrirnos para que los demás puedan entrar en nosotros.


- ¡Y yo que pensaba que un Principito como tú no entendería nada! Te he juzgado mal. 
-Y ¿qué pasó entonces, señor oruga?


-El joven se marchó a toda prisa de ese lugar y cayó de cabeza en otro planeta que se encontraba a treinta años luz del anterior. Era un sitio tranquilo y campestre lleno de príncipes rubios que jugaban en el prado. Los príncipes al verlo lo ayudaron a levantarse del suelo y le curaron una pequeña herida que llevaba en la frente. Después le dieron a probar un batido de fresa que estaban tomando y en menos de cinco minutos todos reían a carcajadas, gastaban bromas y gritaban tonterías mientras disfrutaban dando volteretas como croquetas, trepando a las ramas de los árboles más altos y buscando escarabajos bajo las piedras. Al atardecer estaban muy cansados pero llenos de felicidad.
-Ya entiendo…los amigos hacen que vivamos la vida más intensamente, nos curan, comparten sus meriendas, nos hacen reír a carcajadas, y cuando llega la puesta de sol nos sentimos profundamente felices a su lado. ¿Es así?


-Tú lo has dicho Principito. No necesito explicarte las cosas. Eres un niño muy inteligente. Le pareces a tu padre.


-Yo no tengo padre, señor oruga. Yo vivo en un planeta tan pequeño como una caja de cerillas y allí no hay personas. Solo tengo un rosa y cuido de unos cuantos baobabs.
- Pues como te iba contando…el joven príncipe, convencido de haber encontrado la amistad quiso volver a su casa contento porque había descubierto la respuesta a su curiosidad, pero al poner rumbo a su planeta se equivocó en los cálculos y cayó cerca de un lago de aguas cristalinas.



Era un planeta precioso, con unos giralunas enormes de blancos pétalos y unas puestas espectaculares de Luna. Las margaritas estaban por todas partes y las amapolas danzaban al ritmo del viento mientras las aves dormidas guardaban sus trinos para los primeros momentos del amanecer. Jamás había visto tanta belleza- pensó el niño al ver el paisaje. Sin embargo, algo le llamó la atención. No sabía muy bien lo que era pero una nostalgia invadió su corazón. En ese instante bautizó a aquel lugar como el PLANETA DEL SILENCIO. El niño se tumbó en el campo de giralunas y quedó oculto por las flores escuchando el mensaje que tenía para él aquel silencio.
¿No dices nada ahora Principito? Te has quedado como el príncipe curioso de mi historia.
El Principito, sentado junto a la oruga filosófica, mantuvo el silencio durante tres largas horas. Y Al final dijo:
-Ahora lo entiendo todo. Ese príncipe de tu historia soy yo. Yo soy ese niño curioso del que hablas que necesita saberlo todo, y tú me has ayudado a saber quién soy viendo mi propio reflejo en tu espejo. Hemos compartido el mismo silencio. Ahora sé que tengo un verdadero amigo en ti.


Cuento corto escrito por Rosa Fernández Salamanca
Reservados todos los derechos de autor

sábado, 19 de mayo de 2018

Relatos cortos

Mi historia de Amor. Relato corto escrito por Rosa Fernández Salamanca.


Versión en vídeo y versión escrita.




La otra tarde, en La Guarida de Alicia en el País de las Maravillas celebramos nuestro  No- cumpleaños  y  mientras observaba con cara de asombro al señor oruga  tirado en su sofá y  escuchaba el canto de los gatos flamencos,  el sombrerero loco me pidió que le contara mi  historia de Amor con Juan. Y como toda historia tiene dos almas le he pedido a èl que me ayude a escribirla desde el principio aunque son vagos algunos recuerdos que tenemos del pasado.


En tiempos muy remotos, los navegantes y marineros pasaban meses navegando por mares y océanos desconocidos. Desde la cofa del palo mayor el vigía nos divisaba sobrevolando el mar y éramos  preludio de dicha y alegría para todos. No sólo indicábamos dónde había pesca abundante sino la proximidad de tierra firme. Llegar a una isla después de tanto tiempo en el mar  siempre fue motivo de ilusión para cualquier  marinero, por lo que mi presencia era celebrada  en aquellos momentos difíciles en los que las fuerzas empezaban a flaquear.


Voy dando saltos en el tiempo pero el mar sigue conmigo. Barcos pesqueros que cada día se adentran en el mar. Chillar de gaviotas, venta de pescado  en el puerto. Pescadores remendando  sus redes al atardecer,  olor a sal y a mar en las ropas. Los últimos rayos de Sol  presagian la inminente oscuridad y recuerdo q tengo que buscar refugio rápidamente. Me duermo sobre una roca y me visita el sueño: "Todas las respuestas están en ti, escucha tu corazón".  Estoy agotada, el sueño se desvanece y las voces se van silenciando en mi interior.


 Las primeras radiaciones amarillas me sorprenden sobre la roca, pero sin saber cómo, me veo cruzando el cielo. Me siento libre y aunque soy sencilla en el vestir tengo unas alas grandes, que me permiten desplazarme por todas las tonalidades del azul. Estoy volando. Desde las alturas diría que no hay nadie ni nada allá abajo. El azul cielo se confunde con el garzo marino  y veo las olas danzar al compás del viento, puedo andar sobre ellas y me abandono en un dulce abrazo q me mece. Me quedaría así eternamente. "Todas las respuestas están en ti, escucha tu corazón".


Veo personas que van y vienen. Me siento desorientada en la ciudad. Tengo hambre. Rebusco en los contenedores de basura algo que comer, un trozo de pan duro.  Tanta gente me desconcierta, no me gustan las multitudes. Busco el tejado de una vieja nave para descansar y tomar los restos de comida que encontré. Me siento deprimida y triste, el cielo está gris y lleno de contaminación,  sale de mí un grito desgarrador, un ruido estridente de mi garganta que evoca los acantilados y la fina arena de las playas. Mi nostalgia se repite en forma de graznidos repetitivos 


y es en ese instante cuando apareció ella. Estaba allí, mirándome fijamente. Una mujer de mirada intuitiva y llena de Luz.  Me observó durante un largo rato hasta que, por sorpresa para mí, me dirigió unos chillidos imitando mi idioma. No entendí nada de aquellos gritos pero su voz me devolvió la paz y la serenidad que había perdido desde que llegué a la ciudad. Fue mi primer contacto  directo con un ser humano. 


Vuelvo a estar sobrevolando las aguas mediterráneas, pero en esta ocasión no estoy sola, formo  parte de una pequeña bandada de gaviotas y nos dirigimos a una playa del Sur de España. Llegamos al Pico del Águila casi al atardecer, después de un largo viaje. Se trata de una pequeña montaña localizada en una de las playas de Mazarrón cuya cima tiene la forma de pico de pájaro. 

Nos asentamos todo el verano en esta cálida y tranquila zona y recuerdo la felicidad que me producía esa sensación de libertad en este mar abierto a la bahía.
Una tarde, antes de que el Sol se rindiera,  mientras descansaba en lo alto del pico en uno de mis recodos favoritos, vi subir por las escaleras que llevan al mirador  una mujer con un gorro blanco y un pareo negro. Vuelvo a sentir una emoción sin precedentes. Era ella de nuevo. Allí estaba con una cámara de fotos colgada al cuello. Buscaba distintos ángulos y sacaba fotos desde lo alto del mirador al pequeño acantilado que se eleva a pie de playa. Se oía el sonido de la cámara foto tras foto hasta que de repente sin saber cómo se percató de mi presencia. Se giró bruscamente y nos cruzamos las miradas como aquella vez en la ciudad. El objetivo de su cámara me enfocaba, presentí  el girar del zoom. Me siento desnuda  por un  momento pero en vez de poner en acción su cámara,  como si estuviéramos cara a cara  escucho una voz que me dice: " Todas las respuestas están en tu interior. Escucha tu corazón". Me quedé sorprendido porque aquella voz y aquellas palabras eran las que una y otra vez se habían repetido en mis sueños. Y en ese instante fue cuando sentí que mi alma no tiene límites y que soy dueño de mi propia vida.  Que todo es posible. Que tu mente lo piensa, tu corazón lo siente y tú lo creas. Había creado mi felicidad.  Me enamoré de aquella mujer.


Amor, ¡qué bonito lo has contado!
Fue así como tú y yo nos conocimos. Así empezó nuestra historia de Amor. Una particular historia entre Juan y yo. Mi Juan Salvador  Gaviota.

                                                                                           Rosa.

Relatos cortos: Escrito por Rosa Fernández Salamanca
Todos los derechos reservados.

domingo, 6 de mayo de 2018

El corazón de Pablo.

Cuenta una antigua leyenda que una bonita flor muy conocida por todos, llamada amapola, despertaba cada mañana con lágrimas de rocío en los ojos. 

Se pasaba el día contemplando los insectos que revoloteaban a su alrededor haciéndole danzas de cortejo, y aunque era la flor más deseada del vergel por su color rojo pasión, no podía evitar sentirse triste porque no era libre para elevar su vuelo como otros seres vivos del jardín.

Un día, al despertar, se le escapó un suspiro que transportaba con él su mayor deseo de volar llegando a los oídos de una preciosa crisálida que dormía en el hueco de un tronco cercano. 


Monarch Chrysalis by Cotinis.flickr (cc)
Dicen que las crisálidas son seres mágicos que pueden conceder deseos antes de salir del capullo y convertirse en seres adultos. La crisálida se condolió de la flor y concentrando su último aliento usó la magia para convertirla en un pequeño saltamontes que llegó a un colegio dando torpes saltos por su falta de experiencia. 



Los niños, de miradas ingenuas y transparentes, advirtieron que el saltamontes no se movía con la agilidad propia de los de su especie por lo que pensaron que estaba herido. Todos intentaban cogerlo una y otra vez, y nadie se daba cuenta de que al final, el pequeño saltamontes acabaría muerto en algún rincón del patio. 


Solo un niño, un niño de corazón hermoso, con carita de ángel y sensibilidad extraordinaria pudo ver la amapola que había dentro de aquel insecto. Lo tomó con sus deditos tiernos y con esa dulzura con la que se tocan las flores, lo llevó a un macizo cercano y lo dejó allí, sobre la tierra, esperando que la flor descubra que la mayor belleza es SER lo que uno ES y desee volver a su estado natural.

 Desde entonces se ve a Pablo todos los recreos sentado junto al jardín, esperando de nuevo la metamorfosis del saltamontes y recibir a la amapola con su corazón henchido de amor. 

                                                                                        
Una noche, mientras Pablo dormía en su cama escuchó la lluvia caer con fuerza y pensó que no podría ir al colegio ni visitar al saltamontes. Se entristeció. De pronto, percibió a la crisálida mágica que vivía en el tronco del árbol como si lo llamara y pensó que si le hablaba desde su corazón bello y hermoso, la crisálida lo escucharía.
-¡Crisálida! ¿Cómo te llamas?
La crisálida no contestó.

Pablo no se rindió y con la sensibilidad que le caracteriza volvió a preguntar:

-¿Qué haces metida en tu capullo? ¿Por qué no sales y te conviertes en mariposa?
Una voz dulce y suave se escuchó:
-Soy una crisálida mágica, y siempre vivo dentro de mi capullo. Tengo miedo a salir y que el polvo de mis alas se desprenda causándome un gran dolor que me impidiera volar.
-Pero, si no sales, nunca podrás volar, te secarás y no podremos ver tus bellas alas. Con tu aliento das vida a los sueños de los demás insectos, sin embargo, tú te escondes. 
La crisálida se sumió en un largo silencio...pero Pablo no dejaba de hablar con ella:

-Yo quiero que seas mariposa, quiero ver tus bonitas alas y quiero verte volar. No te escondas en tu capullo...eres hermosa.

 
Yo te cuidaré como hago con mi saltamontes y no dejaré que nadie te haga daño. Te llevaré a mi jardín lleno de amapolas y te cuidaré. No dejaré que el polvo se desprenda de tus alas.







A la mañana siguiente Pablo se despertó sin saber si fue un sueño lo vivido aquella noche, pero desde entonces coge a todos los  saltamontes que se encuentra en el patio del colegio esperando que aparezcan la amapola y la mariposa, con el deseo de que juntas colmen su corazón llenándolo de alegría.





Autoras: María y Rosa.

sábado, 5 de mayo de 2018

La mujer Piscis. Primer Decanato (19 de febrero al 1 de marzo)


MI AMIGA PISCIS


María, eres una persona con una vida interior muy grande y en esa vida guardas la esperanza de encontrar metas que a menudo se te presentan como  inalcanzables. Puedes llegar a sentirte secretamente triste y caer en el pesimismo, no lo consientas.

Eres una bohemia dentro de una sociedad capitalista, puedes ver y coger con tus dedos las musas que te inspiran una foto o un poema. Eres creadora de arte por Naturaleza.



Te siento una mujer empática, visionaria y soñadora, hasta incluso diría que a veces los espejismos son reales en tu vida. Te muestras abierta a sensaciones y experiencias nuevas, eres esquiva y a la vez sensible, con inclinaciones místicas o al menos altamente intuitivas.

Nadie podría decir de ti que eres interesada desde el punto de vista material, y a pesar de todo amas las cosas bellas. Diría, María, que no estás muy segura de ti misma y esta  falta de confianza, puede hacer que otras personas se aprovechen de ti debido a tu carácter desinteresado y generoso. Siempre pensando en los demás te preocupas poco por tu propio bienestar y esto refleja tu grandeza de corazón. En estos momentos es imprescindible que te des aquello que necesitas y que ejerzas una caridad inteligente.

Eres defensora del más débil pero a veces vacilante, basculas hacia derecha e izquierda buscando tu propio  equilibrio. María, este carácter tuyo generoso y desinteresado puede en ocasiones causarte un profundo sentimiento de incomprensión y soledad, al sentir que no recibes en la misma medida, y este sentimiento te puede causar algún problema a la hora de tus relaciones amorosas. Rodéate siempre de personas que te valoren y que te aporten a diario. 

Como buena Piscis tu elemento de poder es el agua  y eso te convierte en una persona volcada hacia los sentimientos, las emociones y la empatía, que fluyen con la vida en armonía. María, no luches nunca contra tu propia identidad, contra tu naturaleza interior. Sé siempre fiel a ti misma, no es un consejo, es una filosofía de vida. La felicidad la encontramos cuando caminamos hacia nuestros sueños no es necesario asentarse en ellos.

También se ve en ti que quisieras ir siempre un poco más allá de las limitaciones que te pone la vida, eres una persona que necesita cambios y aventuras. Quizás la palabra  que mejor te defina sea soñadora, aunque vives con los pies en la tierra., haciendo frente a todos los problemas que te surgen. Te sientes atraída por ambientes naturales donde puedas admirar la belleza y disfrutar de esa tranquilidad que necesitas cada cierto tiempo.

Justo las personas que han nacido como tú, en el primer Decanato, sois las que recogéis la mayor fuerza de vuestro propio signo, por eso debes utilizarla y proyectarla en imaginación creadora dejándola volar libremente, puedes ser artista o inventora desarrollando un gran potencial y alcanzando grandes éxitos. Todo este poder ya está dentro de ti.



Tu elemento natural: el agua ( el signo del océano).
Tendencia: a servir y a asistir.
Linfática: en morfología perteneces a la tipología del niño.
Forma: predominio de curvas y redondeces sencillas.
Virtud astral: la solidaridad.
Color: azul.
Día: viernes.
Número. 4
Personalidad metódica. La disciplina como camino. Personalidad centrada en lo sensible antes que en lo cerebral. Atracción por lo oculto y por lo mágico. Tendencia al misterio.

María, las personas nacidas como tú el día 26 de febrero se hayan bajo un fuerte influjo de la estrella Skat. Parece derivar del árabe En Shi´at, "el sabio". De este devenir árabe aparece tu pirata Albamabir. Mezcla de dos culturas, de dos nombres. En conjunto es una estrella de buena fortuna, aunque pronostica problemas domésticos y tribulaciones personales y familiares. No vaticina un destino cómodo ni alegre, sino una vida de responsabilidades y de luchas sociales pero, María, con éxitos profesionales, fama, honores y reconocimiento público.
Esta estrella  te confiere un intenso magnetismo personal, altas aspiraciones  creativas y sociales, sentido poético y búsqueda de lo cósmico y universalista, junto con una gran capacidad para enfrentarte a las injusticias sociales y a las adversidades.

Para resumirte todo lo que me dejas ver de ti digo que , hay grandeza de carácter y capacidad para comprender las desgracias del prójimo. Es una vida que comunica sentido de lo poético, literario, pictórico y espiritual. Vaticina desengaños con la pareja, y tribulaciones a causa de hermanos o hijos. Peligro de exilio o de alejarse del lugar de nacimiento, probablemente por causas políticas o profesionales. El nacido en este día es un creativo innato, un investigador, un pensador, un sabio, un experimentador, se dedique a lo que se dedique. Asimismo, hay un sedimento espiritualista, teológico y cósmico, por lo que igual puede nacer un poeta, un sacerdote, un médico o un astrónomo.


Personajes del 26 de febrero:


  • El poeta, novelista, humanista y político francés Víctor Hugo. 
  • El astrónomo francés Camille Flammarion. 
  • El pintor, dibujante y grabador catalán Ramón Calsina.

Así veo yo a mi pirata Piscis.


martes, 1 de mayo de 2018

La gaviota

Caminando por la playa
una tarde fría de invierno, 
encontré una gaviota.

La pille descuidada y me paré a observar.
Era una gaviota grande, 
dicen de ellas que son curiosas e ingeniosas.

Su plumaje era blanco y brillante.
Me pregunté 
¿qué hace una gaviota de marfil 
en aguas mediterráneas?

Las gaviotas de marfil 

viven en los mares del Ártico, 
¡No es posible que ande por aquí!
Pero al mirarla me di cuenta 

la gaviota tenía un alma cálida,
que había elegido dónde quería vivir.

Esta gaviota rebelde

mantenía su plumaje blanco marfil, 
pero no pudo esconder su alma.
Alma que era pura poesía para mí .
                                  
                                               Albamabir

Written by María Dolores Vilar Albaladejo


Foto de Miguel Rouco. Encontrada en Cuaderno de un Naturalista.

Ángela


Si fuera aire 
me colaría en el cuerpo de una amiga.
Si fuera aire
la haría volar al país de las mil maravillas, 
donde no hay dolor, ni miedo, solo alegría.

Si fuera aire 
la envolvería y la vestiría del color que me pidiera, 
con tacones de cristal y su melena rubia 
una princesa sería.

Si fuera aire
le robaría el miedo y la llenaría de valentía.
No soy aire, 
solo una amiga, 
que estaré junto a ti toda la vida .

                                   María
                             

Written by María Dolores Vilar Albaladejo



lunes, 30 de abril de 2018

Me duele el olor a mar

Me duele,
me duele sentir
lo que llevo dentro.
Vienes y vas como
olas en el mar.
Como espuma blanca,
mojando de vida
mis entrañas.
Cuando te vas
me duele el olor a mar.

María


Written by: María Dolores Vilar Albaladejo


Fotografía de Rosa Fernández Salamanca

Soñé...

Soñé que podía ser mar,
que podía ser gaviota
que podía volar.
Soñé que si soñaba
se haría realidad.

¡Desperté!
Me encontré con la realidad.
No puedo ser mar,
no puedo ser gaviota,
ni volar.
Solo puedo ser lo que soy,
una flor,
una margarita más.
                       María



Written by: María Dolores Vilar Albaladejo



Fotografía de Rosa Fernández Salamanca
                                       

domingo, 29 de abril de 2018

El pequeño saltamontes. Relato corto escrito por Rosa Fernández Salamanca.

Versión en vídeo y versión escrita.






Cuenta una antigua leyenda que una bonita flor de nombre muy raro se despertaba cada mañana con lágrimas de rocío en los ojos. 
                                                     
Se pasaba el día contemplando los insectos que revoloteaban a su alrededor haciéndole danzas de cortejo, y aunque era la flor más deseada del vergel no podía evitar sentirse triste porque no era libre para elevar su vuelo como otros seres vivos del jardín.


Un día, al despertar, se le escapó un suspiro que transportaba con él su mayor deseo de volar llegando a los oídos de una preciosa crisálida que dormía en el hueco de un tronco cercano. 

Dicen que las crisálidas son seres mágicos que pueden conceder deseos antes de salir del capullo y convertirse en seres adultos. La crisálida se condolió de la flor y concentrando su último aliento usó la magia para convertirla en un pequeño saltamontes que llegó a un colegio dando torpes saltos por su falta de experiencia. 



Los niños, de miradas ingenuas y transparentes, advirtieron que el saltamontes no se movía con la agilidad propia de los de su especie por lo que pensaron que estaba herido. Todos intentaban cogerlo una y otra vez, y nadie se daba cuenta de que al final, el pequeño saltamontes acabaría muerto en algún rincón del patio. 

Solo un niño, un niño de corazón hermoso, con carita de ángel y sensibilidad extraordinaria pudo ver la flor que había dentro de aquel insecto. Lo tomó con sus deditos tiernos y con esa dulzura con la que se tocan las flores, lo llevó a un macizo cercano y lo dejó allí, sobre la tierra, esperando que la flor descubra que la mayor belleza es SER lo que uno ES y desee volver a su estado natural. Desde entonces se ve a Pablo todos los recreos sentado junto al jardín, esperando de nuevo la metamorfosis del saltamontes y recibir a la flor con su corazón henchido de amor. 
                                                                                         Rosa 

        


                                                                                              

            Relato corto escrito por Rosa Fernández Salamanca
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