Ya los rayos del sol
rasgan
de la Luna
el leve velo.
Estoicos almendros
elevan
callada oración
a lo alto
pidiendo,
otra vez hoy,
el eterno milagro.
La madre en sus hijos
teje en sus ramas
pedazos de cielo que son guirnaldas.
Juego de enamorados,
risas de dolor,
de alegrías llanto,
criaturas aladas
se encumbran
al infinito
y
fundidas
en sol de invierno
dejan
grabadas
en la eternidad del tiempo,
caricias que son,
requiebros.
Autor: José Ignacio Pérez Albericio
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